El punto de no retorno. Ese momento en el que pensamos que hemos derrotado al pasado. Que hemos conseguido ser quienes queremos ser. Que los fantasmas que nos atormentaron han desaparecido por siempre.
Siempre me he marcado como objetivo llegar a ese punto. Aprender de todos los errores cometidos, vencer las desilusiones que me he llevado. Y sobre todo valorar aquello que conseguí con esfuerzo y valentía. Pero falta algo, no se qué es, pero falta algo. Aquel tierno infante que aprendió a pensar fríamente, que supo levantarse de las caídas y aguantar las hostias, creyó llegar a la cima más alta de la cordillera de su mente. Mas no hizo falta mucho tiempo para caer otra vez, y otra vez, y otra vez...
¿Qué fallaba? ¿Débil mentalidad? ¿Cobardía ante las duras decisiones? ¿Por qué ese niño no era capaz de estabilizar sus pensamientos, y correr hacia sus objetivos con tanto ímpetu como seguridad?
Ese niño se hizo hombre, aprendió, luchó, supo cómo actuar en los momentos difíciles, sabía seleccionar sus batallas. Noche tras noche se forjaba en su mente la vida que imaginaba. Se acabó la cobardía, se acabó la inseguridad, se acabó. Quizá demasiado tarde, quizá en el momento justo. Todo le sonreía, pero... ¿Había llegado al punto de no retorno?
Hoy mi alma aprende de la voz de los grandes. Hoy que la felicidad que busca, que por fin me acompaña en mis pasos, la alegría que me esquivaba se palpa en mis dedos. La almohada es mi aliada cada noche, aprendí de sus consejos. Venció el optimismo. Tras muchas reflexiones temporales, cuando la luz se encendió y dió salida a los sentimientos que me habitan y a los buenos recuerdos que conservaré. Intenté lo mejor, y conseguí el éxito. Se forjó una mente fría y segura, alzando pequeños ápices de sabiduría. Pero, ¿qué pasa ahora? Todo parece idílico, superas obstáculos y la gente que te rodea te aprecia. Pero hay algo que te persigue, no te deja, te acorrala, te tiene secuestrado... Esa niñez superada, de la que creíste escapar, vuelve. Juega con tus decisiones, se hace amiga de tus pensamientos, y se acomoda en tu cabeza para no volver a salir.
¿Estamos en una espiral autodestructiva? No, todos tenemos un niño en nuestro interior, y necesitamos ese niño para disfrutar de los pequeños detalles de la vida. Porque aquello en lo que te convertiste no ha muerto, sino que convive con los recuerdos y los detalles que te hicieron reír, ilusionarte, divertirte, pasarlo bien. Ver una serie de dibujos animados del pasado, disfrutar de tus juegos de Pokèmon, reírte de las gracias que hacías con tus amigos hace años. Los pequeños detalles, esos grandes olvidados, que deberían ser eternamente recordados.
"¡Eres un crío!" para mí es un auténtico halago. Porque prefiero ser un crío y divertirme, a creerme pseudo-maduro y ser un completo amargado por aparentar lo que la gente quiere que sea. Y la razón por la que hay tanto desprecio por lo diferente, es sencillamente esta. Si no entramos en los cánones que la gente adopta, seremos "raros".
Y después de quitar el cristal translúcido que me impedía ver la realidad, y construir mi "yo" a mi gusto, aprendiendo, disfrutando; lo único que puedo deciros es que os despreocupéis de todo, que seáis como queráis ser, que disfrutéis de los pequeños detalles, de los grandes, de todo aquello que os gusta u os gustó, que aprovechéis de verdad a la gente que os aprecia, y la devolváis el afecto del que ellos os creen merecedores. Puede que sólo sea una persona más, un chaval de 18 años que quizá ha vivido demasiado, o demasiado poco. Pero soy feliz, soy diferente, y sólo puedo deciros, que lo seáis vosotros...
...¡PENE!