Con el cableado intelectual supurando ideas. Ella atrás. En los caminos de hoy día no puedes encontrar muchas piedras, pensó. Siempre hay una ingeniosa creación humana encargada de asfaltar, allanar o algo similar.
Si de otro momento de su linea vital se hubiese tratado, alguna fuerza, casi mística, lo habría hecho retroceder. Pero esta ocasión era especial. Era la última de una serie de ocasiones especiales todas iguales.
Estaba siendo consciente de su haber caído en la rutina de no caer en la rutina. La solución encontrada: simplemente no caer.
Hay perdiciones que nos hacen encontrarnos por un módico precio. Fue algo entre la sonrisa y la ilusión lo que esbozó.
Los relojes marcha atrás, buscando un tiempo anterior. Él hacia adelante, sin esperar mucho, sin esperar poco. El Sol daba vueltas mientras él caminaba por fuera del círculo. Proyectándose varios cientos de sombras de los yoes que formaban a ese buscador de nadas.
Adelantando sus pasos a la trayectoria de sus ojos, atisbó otra, de nuevo. Una máquina tragaperras reluciente.
Se estremeció. Cada uno de sus músculos se endurecieron, pero su fábrica de ideas se sobreactivó. No quería volver a aquello, pese a que la situación le otorgaba un "puedes" casi único.
Justo cuándo iba a retroceder, brilló su "yo" interior. Él no era de dar marcha atrás. Recordó la moneda que se había cruzado en el camino la última vez y asumió que, en cualquier caso, todo eran ganancias.
Respirando normal, tranquilamente, despidiéndose de eso que creía que le salvaba la vida, empezó una nueva perdición. Asumiendo que en ciertos puntos, solo hay ganancias.
Soltó la moneda. Allí se encontraba, frente a esa máquina puramente humana que podría contener un premio gordo. O simplemente, no contenerlo.
Las metáforas, a veces, hablan de máquinas tragaperras o, a veces, de una mujer, de un hombre o incluso de una vida. La intriga la pone el escritor para sí mismo. Las conclusiones las pone el lector, también para sí mismo.