Emborracharme de ti,
de
tus ojos carmesí,
pues
la furia los ha bañado enteros.
Miradas
que ahogan. Tesoros tus besos que, por ellos, terrible corsario de
barco y bandera negra, surcaría leguas y lenguas,
si así pudiera dar con ellos.
si así pudiera dar con ellos.
Perdido.
Que
solo a mí me confíes el mapa de tus piernas y me termine
encontrando en tus pechos,
y así volver a perderme,
indefinidamente.
y así volver a perderme,
indefinidamente.
Infinitamente.
*
* *
Hola, sigo
aquí.
Me mantengo firme ante tu violencia.
Tu incompetencia me seduce, me envuelve en fracaso, pero soy más terco que una persona (“gruñido”) muy terca.
Me mantengo firme ante tu violencia.
Tu incompetencia me seduce, me envuelve en fracaso, pero soy más terco que una persona (“gruñido”) muy terca.
Me
desbordo.
Terco,
como el acero.
Eso.
Soy
esa brisa que te revuelve de cuando en cuando el pelo, para que me
sigas recordando.
Me quedo atrapado en tus alambres de hielo, amarrado a tu sed.
Me quedo atrapado en tus alambres de hielo, amarrado a tu sed.
Ese
súbito suspiro que te encoge el alma tras mi regreso, ligera
bocanada consumida en la verbena de tus pensamientos.
Me
aferro a la idea del siempre en forma de recuerdo, para qué, cuando
no esté, siga siendo.
Para joderte, en
plan latente y desde el “anonimato”.
Alevosía.
Un
“amigo desconocido” que se abriga con tu corazón, a
veces, porque aquí fuera hace mucho frío.
La
tierra de nadie es páramo gélido, bastante regentado por esqueletos
de pena que cacarean al son de tus tierras, de la ocasión más
coqueta.
Sobrevuelan con aires de grandeza, vientos de carbón, presa, rugiendo en silencio, quebrando el odio por tanto lamento y tanto desvarío ciego, ebrios de ti.
Sobrevuelan con aires de grandeza, vientos de carbón, presa, rugiendo en silencio, quebrando el odio por tanto lamento y tanto desvarío ciego, ebrios de ti.
Hartos
de mí.
Aquí
todo queda en el olvido.
Hasta
olvidarte.
Eres
una “vieja conocida”.
Seremos huargos retozando sobre un colchón solitario.
El tiempo te ha bañado con su luz de plata fina, añeja y brillante.
Seremos huargos retozando sobre un colchón solitario.
El tiempo te ha bañado con su luz de plata fina, añeja y brillante.
Te
has vuelto filo, y hasta podrías morderme.
Deléitate
con mi sesera ruinosa, de unos labios apagados por liquidación,
atados al candil de tu sonrisa, al carmín de tu deseo, que es mío
por completo,
no te engañes.
no te engañes.
Te
has convertido en una mujer y realmente quieres comerme.
¿Quieres?
Oh,
vaya.
Resistencia,
te opondré si tú me dejas, si tratas de despedirte al alba de mi
sentimiento, si tratas de revelarte al yugo de mi erección. (No
me escondo).
Porque
es invierno y allí fuera hace tanto frío...
Espíritu
y vigor a cero, lujuria vaciada y sabiduría sorbida.
Ritual
que se repite; de besos y de versos te he vestido, colmada con el
aliento de mi ser.
Te han encantado las ropas que te prenso a la piel a base de mordiscos.
Te ha gustado la ira que te presto, preciosa princesa de cera y quilates de cobre.
Te han encantado las ropas que te prenso a la piel a base de mordiscos.
Te ha gustado la ira que te presto, preciosa princesa de cera y quilates de cobre.
Te
has sentido invencible y no puedo permitírtelo.
Reina
de la inmundicia más hueca, riges el destino de los dioses y
arremetes con tu cetro de madera y enredados broches de mentiras.
Me
alejo a zancadas, por miedo.
Solitario
y atroz, soliloquio.
Solo
te pongo una regla: que te despidas.