que nacen de la tierra, de mis raíces.
Te canto a base de llantos y de plumas,
de gallitos tengo el corral lleno.
De sueños inauditos, más que ciegos
que te ven de soslayo, de terca ansia,
de hambre, picotean mi cabeza.
De gaitas que no se cansan de soplar (al) miedo,
barrotes e indiferencia,
celda siniestra.
Huertos secos, más bien muertos.
Difuntos, difieren, distinguen, destierros.
Te duermes sobre mi brazo dormido,
te bañas en el llanto de mis ríos,
de sollozos está la mar calada,
De bañeras que desean
sirenas,
de ballenas que nadan
sirenas,
de ballenas que nadan
a la espalda de una nube que se arrima al suelo.
Un viento de invierno, escarlata,
Una lluvia de hielo y morralla,
Un lago de piedras castañas,
sembrando sonrisas,
sembrando sonrisas,
Un intento por olvidar tus colores.
Un sucio dolor rematado de mañanas.
Me precipito hacia lo silvestre, hacia la espesura de un jardín
(cartas que sangran,
rojas rosas)
rojas rosas)
hacia la desidia de tus caricias.
Hollín cenizo que pudre pucheros
vertiendo el quejido de una mora vieja.
vertiendo el quejido de una mora vieja.
Espadas son tus manos derramadas
buscando algún recuerdo que se prenda.
Acechan todo sentido que te atienda
y no encuentran latido que viva, despierto,
cercado por ejércitos amarillos
por lirios engarzados a una loma añeja.
Pasión colmada de migrañas,
de matojos, presa,
sitio,
arrasados los campos de tu aroma,
ya no queda nada cerca para mí.
Lamentos quedos, quedan al umbral,
no se atreven a cruzarlo,
se citan para encuentros fugaces.
Rocas perplejas, protestan
por tus senderos de olvido fatuo.
De arpías de fuego que ríen
melladas, baten sus olas
desesperan sobre tu alma y alzan mareas de cieno.
Las noches siempre cantan para ti,
buscando algún recuerdo que se prenda.
Acechan todo sentido que te atienda
y no encuentran latido que viva, despierto,
cercado por ejércitos amarillos
por lirios engarzados a una loma añeja.
Pasión colmada de migrañas,
de matojos, presa,
sitio,
arrasados los campos de tu aroma,
ya no queda nada cerca para mí.
Lamentos quedos, quedan al umbral,
no se atreven a cruzarlo,
se citan para encuentros fugaces.
Rocas perplejas, protestan
por tus senderos de olvido fatuo.
De arpías de fuego que ríen
melladas, baten sus olas
desesperan sobre tu alma y alzan mareas de cieno.
Las noches siempre cantan para ti,
y el alcohol cae bajo tormentas doradas.