Parecía que la luz asomaba tenue, un
presagio de lo que esperaba, una metáfora translúcida entre las hojas a
apartar. El olor a humedad. Las nubes grisáceas tenían más prisa que de
costumbre, no era su caso. Tomó asiento, no quiso girar la llave, pues era otra
puerta la que se abrió, la de su mente al contemplar algo tan sencillo como
tres pequeñas almas despreocupadas pateando una esfera sobre el asfalto. Su
cerebro le dijo “arranca”, y así hizo, sin embargo, su corazón.
Así comenzó un viaje sin paradas, un
periplo hacia el presente entre las calles recorridas. Desde aquellos tiempos
de ilusión perdida, de miedos vanos y piedras en el camino, un pequeño niño que
bien podría haberse llamado Isaac buscando su unión con el mundo, encontró la
sinergia perdida por la casualidad más deliberada. Una mano tendida le enseñó a
batirse en duelo con el miedo, a romper los barrotes que encerraban su razón, y
a liberar esa persona pura que sólo existía encerrada entre las líneas blancas
de la cancha. Supongo que únicamente fue el primer paso en su aventura por
empezar a vivir, pero eso se lo tendréis que preguntar a él.
Una mirada atrás puede ser tan
necesaria como abrumadora, y en ocasiones sorprendente. La gente cambia. La
gente evoluciona. Negarlo es negar el principio básico de la vida. Hoy se
sienta a pensar en qué le hace pensar en el ayer. Lo tiene claro. A veces sólo
necesitamos un rato con nosotros mismos para entender lo construido. Y a veces
el miedo te hace construir una casa de ladrillo, pero llega un momento en el
que debes matar al lobo y retomar el camino. Un amigo muy sabio le dijo: “Y no
debes compartir tu camino, porque la felicidad reside en recorrer tu camino y
encontrar a quien va en uno paralelo”. Quizá ahí dio otro paso en su aventura
por empezar a vivir, pero eso se lo tendréis que preguntar a él.
La verdad es que pasarán los años y nunca
se dejarán de dar pasos en la aventura por empezar a vivir, quizá esa sea un
poco la clave de todo. O quizá sea simplemente una sonrisa inesperada que
preceda la unión de unos labios que nunca respondieron al nombre de Isaac, en un beso que no
fue con el mundo.