Te recuerdo.
Un aroma mecido por la bruma.
Soplos de un huracán enfermo y colérico.
Soplos de un huracán enfermo y colérico.
Tú estabas en el porche y lucías una bandada de cuervos por
vestido.
Te arropaban con sus graznidos y te arrancaban la carne del hueso.
Te arropaban con sus graznidos y te arrancaban la carne del hueso.
Ni siquiera estabas atrapada, no parecía importarte. Eras como un
coloso diminuto envuelto en llamas negras.
Aquellas plumas resaltaban tus ojos, hasta te hacían más delgada.
Yo temblaba, claro.
Cada instante eras un monstruo diferente.
Todo se teñía de sangre, menos tu mirada.
Tu rostro no lo tocaban, intacto como el nácar. Pálido y de belleza extrema, casi como imposible.
Tu rostro no lo tocaban, intacto como el nácar. Pálido y de belleza extrema, casi como imposible.
Te ibas deshaciendo, dejando tan solo una tormenta roja, una nube
enredada entre los tentáculos de tus truenos, látigos de luz y
tormento.
Entonces, la razón huyó de escena.
Frente a tus restos, había una casa en llamas. Las llamaradas
salían escupidas por las ventanas. Aquel palacio enano tenía brazos, y
estaba furioso.
Esos malos humos se convertían en columnas negras; sostenían el
cielo sobre nuestras cabezas.
Estoy completamente convencido de que, sin ellas, se nos habría
venido el mundo encima.
Se oía el cántico del fuego, la chispa de la destrucción.
Bailaríamos sobre la tumba de aquel castillo, tan idéntico al nuestro.
Incluso había un chaval de espaldas al tiempo y un esqueleto de
cascada castaña.
Hacía ya un largo rato que los pequeños habían alzado el vuelo. Tan solo quedábamos tú y yo, nena.
Aquella herrumbre sibilante de madera no se volvería a levantar, jamás.
Eran como los despojos de un enorme amor.
Tan solo había sido una cabaña pero,
para mí, olía a hogar.
Entré y saqué una escoba.
Barrí lo que quedaba de ti. Dejé que decidiera el viento si tú serías
su reina.
Esa mañana cabalgaste muy bien, muñeca.
Desde luego que sí.
Desde luego que sí.
El resplandor rozó lo enfermizo. Por un momento sentí el calor más intenso.
El calor de tu despedida.
Aquel día, el Sol brilló con una sonrisa diferente.
Fragmento encontrado a los pies de un borracho, colgado de su árbol favorito.
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