Como en todas las buenas historias de amor, el atardecer en el horizonte proporcionaba el ambiente idílico para la situación, y allí estabas, frente la academia de baile en la cual se encontraba ella. Te habías puesto tu mejor traje blanco, con una camisa negra a juego e incluso corbata, la odiabas, pero te sentaba genial, y era primordial que dieras la mejor imagen de ti mismo. Con los mejores zapatos de la tienda y el ramo de preciosas rosas y dulces amapolas que delataba tu misión en aquel lugar, se completaba el exacerbado vestuario que debería servir junto con aquel discurso que habías estado preparando meses, para que aquella chica fuera tuya. El reloj marcaba ya las ocho, no debería tardar mucho en salir, pero un segundo para ti se convertía en una agonía más propia de una película bélica que de un encuentro amoroso. Salieron varias personas antes que ella, y con cada una tu corazón se aceleraba, nervioso e impaciente por la inminente salida de tu princesa que por unos minutos se estaba retrasando, lo cual no hacía sino elevar el deseo a los niveles más altos que el corazón puede concebir. Tras cinco interminables minutos, la puerta se volvió a abrir, y allí estaba ella, con su precioso y largo pelo castaño, sus suaves manos, su perfecta sonrisa que siempre habías considerado un pecado, aquella mirada que te envenenó el primer día de clase y aquellos labios rojos que eran para ti un caramelo, pues al igual que un niño tú estabas desesperado por probarlos. Tragaste saliva, sacaste pecho y te dirigiste hacia ella decidido a cumplir tu objetivo. Tras un corto y tenso saludo, le entregaste el ramo de flores y por un momento tus manos rozaron las suyas, lo cual provocó que tu corazón comenzara a latir muy deprisa, y te dejó una sensación difícil de describir. Impulsado por este pensamiento, comenzaste con el discurso. Lo sabías de memoria, de tanto repetirlo una y otra vez en el espejo de casa, planeando incluso la expresión que tu rostro debería tener, todo debía ser perfecto. Tras terminar, un suspiro de desahogo brotó de tu boca con la última palabra, y te quedaste un momento mirando su bello rostro, en busca de una respuesta, que no fue otra que una rotunda negativa. Ella no estaba intentando maquillarte la situación, y el rotundo no caló en tu corazón como el hielo invernal cala entre las rocas y las erosiona hasta que las destroza…
Experimentaciones con la Lengua "Narración en segunda persona" (I)
Una noche más...
Una noche más, aquí estoy: sentado, escuchando el cantar de los grillos que rompen el sepulcral silencio de un momento perfecto, en el que contemplo un cielo azul lleno de estrellas; sólo comparable a un manto oscuro cubierto de diamantes que me hacen sentir pequeño, me hacen pensar, reflexionar, y arrepentirme. Pero arrepentirme no por lo hecho, sino por lo que no he hecho, pequeños momentos que lo son mas aún ante la inmensa e imponente mirada de los astros que cubren el paisaje hasta donde mi vista llega a alcanzar. Pequeños momentos que bien podrían haber marcado una vida, o simplemente parecer inolvidables ante la fugacidad un tiempo que avanza incesante, que me los arrebata poco a poco, pero que también me concede un día más... o mejor dicho, una noche más.
Optimista
Regreso - Capítulo 1
FPodía sentir como la suave brisa lograba penetrar el frío de la oscura noche en mis heridas. Notaba el sabor de la tierra dentro de mi boca; antes de abrir los ojos la escupí. Me incorporé y miré a mí alrededor tratando de dar respuesta a todas las preguntas que en aquel momento atormentaban mi pensamiento. ¿Dónde estaba? ¿Qué había ocurrido? ¿Cómo había llegado a dondequiera que estuviese?
Del entorno apenas pude sacar ninguna de las respuestas. Sin embargo, el lugar me resultaba extrañamente familiar. Me situaba en un pequeño parque de arena con forma rectangular vallado con unas verjas rojas de no más de dos metros de altura que rodeaban todo el recinto salvo el extremo que se encontraba ante mí. En él, un pequeño edificio de dos plantas, con ventanas valladas y pintado con un roído mural que representaba un bonito campo de hierba verde hacía las veces de verja para evitar que nadie entrara o saliera del recinto. En un intento de salir de mi desconcertante cautiverio, intenté vislumbrar el paisaje que se encontraba al otro lado del vallado, sin éxito, pues la noche estaba más oscura de lo normal y me era imposible ver más allá de mi estancia.
Me dolía enormemente la cabeza, lo cual me provocaba gran dificultad para pensar y me hacía perder la noción del tiempo. Tras un momento cuya duración no sabría precisar, decidí que la única manera de salir de allí era saltar las rejas, pues estas no eran demasiado altas y me vi capaz de realizar el ejercicio. Una vez decidido por donde saltar, comencé a caminar hacía allí, inmediatamente caí al suelo dolorido. La pierna me ardía como si alguien la hubiera prendido fuego, el dolor era insoportable y no me permitía caminar con normalidad, inmediatamente me di cuenta de que saltar no era una opción, tendría que buscar otra manera de salir de allí.
En ese preciso momento, un haz de luz iluminó toda la parte izquierda de la estancia, cegándome completamente. Al cabo de unos segundos, cuando se disipó, pude distinguir tras las vayas el paisaje que unos minutos atrás me fue imposible visualizar. Me sorprendí al ver que en la vaya había una puerta que no había visto antes, sin embargo, no lo pensé dos veces y me dirigí hacía allí, mi única intención era escapar. Más aún me sorprendió el hecho de que la pierna había dejado de dolerme, como si el achaque anterior solo hubiera sido un mensaje que me indicaba que no estaba cumpliendo las reglas del juego.
Al atravesar la puerta vi mi campo de visión enormemente aumentado. Podía apreciar que me encontraba, con toda seguridad, en un colegio. Ante mí podía ver un campo de fútbol y baloncesto rodeados ambos por una pequeña pista de atletismo para niños y el edificio que supuse era el gimnasio se alzaba sutilmente a mi izquierda y, tras de él, se alzaba el edificio principal, el más alto de los tres, que subía dos pisos hacia el cielo. La entrada del mismo era un pequeño patio vallado del mismo modo que lo estaba todo el recinto, y de él manaba una tenue luz que supuse, sería la linterna del conserje. Decidí dirigirme hacia allí, quizás él podría abrirme la puerta y podría volver a casa a dormir en mi mullida cama. La idea de dormir me parecía muy atractiva, y comencé a caminar por el campo de baloncesto hacía el patio del edificio principal.
Tardé poco tiempo en llegar al píe de los diminutos escalones que conformaban el acceso al patio principal del edificio. Antes de aventurarme dentro de él, observé a la figura que proporcionaba luz a toda la estancia. Estaba de espaldas, pero podía distinguir perfectamente la silueta de una mujer alta, con un precioso y largo pelo negro que le llegaba hasta el trasero, que llevaba un largo vestido blanco y unos bonitos tacones rojos. Me acerqué ha ella calmado y reconfortado por el hecho de encontrar por fin a otro ser humano dentro de mi particular aventura demencial.
- Disculpe, ¿es usted la conserje del colegio? He debido de tener un accidente, y necesito ayuda para salir de aquí – Dije en voz baja, influenciado por el absoluto silencio que regía a mí alrededor, silenció que procuré no perturbar demasiado con mis palabras.
- Me temó que no puedo ayudarle, yo también estoy atrapada. – me respondió la mujer, sin tan siquiera girarse para verme.
- Entonces véngase conmigo, busquemos juntos el modo de salir de este lugar – afirmé yo, con una voz decidida, tratando de transmitir confianza hacía la mujer que debía de encontrarse en la misma y desconcertante situación que yo.
- Yo no puedo salir de aquí… - murmuró en voz baja con un tono siniestro, mientras se giró dando a rebelar su precioso rostro. La mujer tenía la piel muy blanca y suave, como si ni el sol ni el airé pudieran haber deteriorado una belleza tan perfecta, unos bonitos ojos verdes y una boca con unos carnosos labios de un color rosado apagado. – y ahora tú tampoco, ya están aquí.
Una nueva ráfaga de luz iluminó toda la sala, y la puerta del edificio se abrió de golpe, permitiendo el paso de unas extrañas criaturas, con aspecto humano, pero que emanaban un desagradable olor a podrido y que parecían haber estado enterrados bajo tierra. Estos terroríficos seres se dirigieron directamente a por la deslumbrante mujer y sin darme tiempo para reaccionar, la cogieron entre un tumulto y la despedazaron sin compasión delante de mis ojos para más tarde comenzar a comerse sus miembros mutilados. Me di la vuelta para escapar al patio del colegio, pero por la puerta que daba acceso al patio principal también estaban entrando estos muertos vivientes que está vez, se dirigían directamente hacía mí.
No entendía absolutamente nada de lo que allí estaba ocurriendo, pero eso daba exactamente igual, pues casi pude notar como mi vida se escapa de mi cuerpo con el último suspiro cuando todos mis putrefactos verdugos se abalanzaron sobre mi frágil e indefenso cuerpo.
La cuerda se tensará
Ellos suplican que la deje salir, pero ya es demasiado tarde. Recuerdo cuando me percaté de su presencia por primera vez. Se podría decir que llegó de manera inesperada… y ahí estaba. Desde el primer momento me di cuenta de que era justo lo que necesitaba. Junto a Ella cambié, ya no me miraban como antes, pero este cambio era el que yo quería. Pasaron días, meses y estábamos en nuestro mejor momento, habría dado cualquier cosa por continuar así, pero todo volvió a cambiar.
Ella ya no era tan amable, a veces me gritaba, me pedía cosas que nunca antes habría hecho, pero yo lo hice por Ella. No sé por qué lo hice, no puedo mirarme en el espejo sin recordar la cara de aquella chica. Lo hice por Ella, se sentía celosa y yo la complací acabando con la vida de aquella chica. Sabía que ella se sentiría orgullosa de mí. No sé cómo acabe en aquella habitación blanca, ni como aparecieron ellos. “Tienes que dejarla“ me decían, pero Ella no dejaría que la abandonase.
Comprendí que era Ella el mayor de mis males. De repente recordé la cara de aquella chica... No debí hacerlo... Ellos lo saben. Todo fue por su culpa, no debió elegirme a mí. Ellos siguen diciéndome que puedo olvidarla, dejarla atrás, hacer que salga de mi cabeza; pero yo sé que no puedo. Ella seguiría destrozándome por dentro. Me encerré en la habitación, atranqué la puerta y preparé la cuerda. La cuerda se tensará y no haré más mal por su culpa. Aquella chica sólo cometió el error de intentar conocerme.
Es Ella quien me obligó, ahora pagará por ello. Ella ya esta aquí, y aquí nos quedaremos. Ellos vienen y me gritan que la deje salir, pero Ella no se ira sin mí. La cuerda se tensará cuando salte, aquella chica será vengada y Ella desaparecerá. “Locura” la llamaron ellos, pero a Ella no le gustaba. La cuerda se tensará por mucho que Ella no quiera. Lo he decidido Yo. Uno, dos y tres...
Virulenta existencia
Ayer sentí de nuevo el odio. Odio hacia unos congéneres, cada vez mas degradados por la pestilente relación que nos une como pútridos maniquíes movidos por hilos de cadavérico ácido, el cual deja cicatrices en esta mentalidad, formada día a día, que no sacia la sed de sobresalir ante los demás. Siento como caemos por el estómago de un ser de metal oxidado, creado por los cientos de actos atroces que podrían significar la tenue decadencia de esta humanidad formada por riadas de sentimientos agrietados por nuestros propios impulsos. Nos centramos en buscar culpables de la infección, realmente producida por nuestra virulenta existencia. Tarde es para tratar de sentirnos en deuda con este mundo, del que nos apropiamos y destruimos, pues nuestras ennegrecidas raíces han acabado con la fertilidad de la belleza y la esperada salvación. Rezaremos a dioses de tendón, pero que nos miran con ojos superiores a la desgracia que un día sembraron y ahora se expande como un gran charco de sangre, haciendo a esta plaga cada vez más cadáver, pero que no cesara hasta irradiar con su profundo egoísmo a toda molécula que componga el quebrado universo humano.
El poder del miedo...
Nunca antes había notado tu presencia de este modo. Apenas puedo verte como una figura borrosa que se desvanece en la oscuridad.
Todavía no sé quién eres. Tengo frío.
Arropado hasta el cuello intento protegerme de aquello que desconozco, aunque sé que en realidad mi intensa vulnerabilidad resplandece por sí misma.
Miro de nuevo, pero ya no estás ahí.
Ahora, ahora recuerdo. Era el miedo el que no me dejaba verte, pero está claro, eres tú.
No sé por qué te has ido...
No puedo dormir. No sé por qué. Quizás por tu imagen, tu silueta, por ese espléndido juego que ha comenzado la imaginación conmigo. O quién sabe... puede que simplemente no esté suficientemente cansado.
No dejo de pensar en ti.
Inconscientemente he empezado a pensar en todos esos momentos que hemos pasado juntos.
Ya son las 5:00
Alguien llama. Es tu madre.
Por lo visto viniste a verme hace una hora.
Ojalá el miedo me hubiese dejado hablar contigo.
Nunca te olvidaré.