FPodía sentir como la suave brisa lograba penetrar el frío de la oscura noche en mis heridas. Notaba el sabor de la tierra dentro de mi boca; antes de abrir los ojos la escupí. Me incorporé y miré a mí alrededor tratando de dar respuesta a todas las preguntas que en aquel momento atormentaban mi pensamiento. ¿Dónde estaba? ¿Qué había ocurrido? ¿Cómo había llegado a dondequiera que estuviese?
Del entorno apenas pude sacar ninguna de las respuestas. Sin embargo, el lugar me resultaba extrañamente familiar. Me situaba en un pequeño parque de arena con forma rectangular vallado con unas verjas rojas de no más de dos metros de altura que rodeaban todo el recinto salvo el extremo que se encontraba ante mí. En él, un pequeño edificio de dos plantas, con ventanas valladas y pintado con un roído mural que representaba un bonito campo de hierba verde hacía las veces de verja para evitar que nadie entrara o saliera del recinto. En un intento de salir de mi desconcertante cautiverio, intenté vislumbrar el paisaje que se encontraba al otro lado del vallado, sin éxito, pues la noche estaba más oscura de lo normal y me era imposible ver más allá de mi estancia.
Me dolía enormemente la cabeza, lo cual me provocaba gran dificultad para pensar y me hacía perder la noción del tiempo. Tras un momento cuya duración no sabría precisar, decidí que la única manera de salir de allí era saltar las rejas, pues estas no eran demasiado altas y me vi capaz de realizar el ejercicio. Una vez decidido por donde saltar, comencé a caminar hacía allí, inmediatamente caí al suelo dolorido. La pierna me ardía como si alguien la hubiera prendido fuego, el dolor era insoportable y no me permitía caminar con normalidad, inmediatamente me di cuenta de que saltar no era una opción, tendría que buscar otra manera de salir de allí.
En ese preciso momento, un haz de luz iluminó toda la parte izquierda de la estancia, cegándome completamente. Al cabo de unos segundos, cuando se disipó, pude distinguir tras las vayas el paisaje que unos minutos atrás me fue imposible visualizar. Me sorprendí al ver que en la vaya había una puerta que no había visto antes, sin embargo, no lo pensé dos veces y me dirigí hacía allí, mi única intención era escapar. Más aún me sorprendió el hecho de que la pierna había dejado de dolerme, como si el achaque anterior solo hubiera sido un mensaje que me indicaba que no estaba cumpliendo las reglas del juego.
Al atravesar la puerta vi mi campo de visión enormemente aumentado. Podía apreciar que me encontraba, con toda seguridad, en un colegio. Ante mí podía ver un campo de fútbol y baloncesto rodeados ambos por una pequeña pista de atletismo para niños y el edificio que supuse era el gimnasio se alzaba sutilmente a mi izquierda y, tras de él, se alzaba el edificio principal, el más alto de los tres, que subía dos pisos hacia el cielo. La entrada del mismo era un pequeño patio vallado del mismo modo que lo estaba todo el recinto, y de él manaba una tenue luz que supuse, sería la linterna del conserje. Decidí dirigirme hacia allí, quizás él podría abrirme la puerta y podría volver a casa a dormir en mi mullida cama. La idea de dormir me parecía muy atractiva, y comencé a caminar por el campo de baloncesto hacía el patio del edificio principal.
Tardé poco tiempo en llegar al píe de los diminutos escalones que conformaban el acceso al patio principal del edificio. Antes de aventurarme dentro de él, observé a la figura que proporcionaba luz a toda la estancia. Estaba de espaldas, pero podía distinguir perfectamente la silueta de una mujer alta, con un precioso y largo pelo negro que le llegaba hasta el trasero, que llevaba un largo vestido blanco y unos bonitos tacones rojos. Me acerqué ha ella calmado y reconfortado por el hecho de encontrar por fin a otro ser humano dentro de mi particular aventura demencial.
- Disculpe, ¿es usted la conserje del colegio? He debido de tener un accidente, y necesito ayuda para salir de aquí – Dije en voz baja, influenciado por el absoluto silencio que regía a mí alrededor, silenció que procuré no perturbar demasiado con mis palabras.
- Me temó que no puedo ayudarle, yo también estoy atrapada. – me respondió la mujer, sin tan siquiera girarse para verme.
- Entonces véngase conmigo, busquemos juntos el modo de salir de este lugar – afirmé yo, con una voz decidida, tratando de transmitir confianza hacía la mujer que debía de encontrarse en la misma y desconcertante situación que yo.
- Yo no puedo salir de aquí… - murmuró en voz baja con un tono siniestro, mientras se giró dando a rebelar su precioso rostro. La mujer tenía la piel muy blanca y suave, como si ni el sol ni el airé pudieran haber deteriorado una belleza tan perfecta, unos bonitos ojos verdes y una boca con unos carnosos labios de un color rosado apagado. – y ahora tú tampoco, ya están aquí.
Una nueva ráfaga de luz iluminó toda la sala, y la puerta del edificio se abrió de golpe, permitiendo el paso de unas extrañas criaturas, con aspecto humano, pero que emanaban un desagradable olor a podrido y que parecían haber estado enterrados bajo tierra. Estos terroríficos seres se dirigieron directamente a por la deslumbrante mujer y sin darme tiempo para reaccionar, la cogieron entre un tumulto y la despedazaron sin compasión delante de mis ojos para más tarde comenzar a comerse sus miembros mutilados. Me di la vuelta para escapar al patio del colegio, pero por la puerta que daba acceso al patio principal también estaban entrando estos muertos vivientes que está vez, se dirigían directamente hacía mí.
No entendía absolutamente nada de lo que allí estaba ocurriendo, pero eso daba exactamente igual, pues casi pude notar como mi vida se escapa de mi cuerpo con el último suspiro cuando todos mis putrefactos verdugos se abalanzaron sobre mi frágil e indefenso cuerpo.
Y si se comen al prota en el capítulo uno que va a pasar después, pues supongo que tendré que esperar.
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