Y, de repente, el cadáver despertó y se levantó, en ese mismo orden.
Y su ser marchito supo a ciencia cierta que, de y por su boca, el fin del mundo estaría cerca.
Y llamó a sus hermanos mediante gestos y alaridos, pero como veía que no despertaban, a mordiscos que les enseñaba el camino.
Putrefactos y reveníos, sus pieles desechas su único abrigo.
Eso y su petrificante hedor, hediondo hasta para los cerdos.
Cadavéricos caníbales, sin amor ni pensamiento.
Portan ojos vidriosos, cristales que reflejan lo peor de su tormento, el vacío.
Fanáticos de la sangre, hijos de la muerte, perros del infierno y hermanos del lamento.
Su único fin es nuestra vida, pues para ellos somos su comida.
Esto es lo mejor que ha pasado por New Ham Times con diferencia.
ResponderEliminarDebe de ser que sólo has leído tus entradas, FranZeta :)
ResponderEliminarJo...
ResponderEliminarJo...der
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