skip to main | skip to sidebar

Generación del 93

  • Alack
  • Cabeza de Turco
  • Dakozu
  • Fab

Etiquetas

  • alack (25)
  • Alex#11 (15)
  • Cabeza de Turco (28)
  • Crónica diaria (1)
  • Dakozu (4)
  • FranZeta (4)
  • Inspiración hecha pedazos (7)
  • Las cuatro sombras de una llama (2)
  • Las nanas de la patata (2)
  • Legado (2)
  • pasado (1)
  • Pensamiento (27)
  • Poesía (3)
  • Regreso (2)
  • Relato (25)
  • Retrato (2)
  • Tu (2)
  • Visión en sepia (2)

Archivo del blog

  • ►  2010 (7)
    • ►  agosto (3)
    • ►  noviembre (2)
    • ►  diciembre (2)
  • ►  2011 (30)
    • ►  enero (1)
    • ►  febrero (1)
    • ►  marzo (4)
    • ►  abril (5)
    • ►  mayo (3)
    • ►  junio (4)
    • ►  julio (2)
    • ►  agosto (1)
    • ►  septiembre (1)
    • ►  octubre (2)
    • ►  noviembre (5)
    • ►  diciembre (1)
  • ►  2012 (13)
    • ►  enero (1)
    • ►  abril (2)
    • ►  mayo (1)
    • ►  junio (1)
    • ►  julio (1)
    • ►  agosto (4)
    • ►  octubre (1)
    • ►  noviembre (1)
    • ►  diciembre (1)
  • ▼  2013 (13)
    • ►  febrero (3)
    • ►  marzo (2)
    • ►  abril (1)
    • ►  junio (2)
    • ►  julio (1)
    • ▼  octubre (2)
      • Inspiración hecha pedazos (V)
      • (V)
    • ►  diciembre (2)
  • ►  2014 (9)
    • ►  febrero (6)
    • ►  mayo (1)
    • ►  junio (1)
    • ►  octubre (1)
  • ►  2015 (2)
    • ►  abril (1)
    • ►  octubre (1)
  • ►  2016 (3)
    • ►  marzo (1)
    • ►  abril (2)
  • ►  2017 (2)
    • ►  marzo (1)
    • ►  agosto (1)

Seguidores

New Ham Times

"A falta de una imagen, buenas son las mil palabras."

(V)

Dos mariposas predestinadas a encontrarse, a batirse en duelo.
Dos notas que brillan sobre su propia melodía.
Un puente sobre un espejo que no para, pero que tampoco avanza.
Dos piedras separadas que se vuelven a unir de una patada.
Perfección temporal, siempre a rachas.

* * *

Hace siglos que quedó tan solo ésto, tapiado por montones de recuerdos. Atados a mí, tan solo porque me enferman de ti. Que todavía parece que me bebo lo que quedó de mí, contigo.

Pasado, ese que pasa.

Sí, Inspiración y Pedazos, esa fue tu despedida.

* * *

Había dos sombras.

Una era dorada. De alas rosadas. Tan alto volaba que se perdía en los mares de la más infinita soledad.
Uno era oscuro. De alas quemadas. Tanto se arrastraba que ni siquiera recordaba el perfume de las nubes.

Una era cálida, era una estrella. Un volcán plácido y en calma. Jamás se apagaba.
Uno era frío, era un glaciar. Un trozo de hierro embrutecido, escupido de tanto masticarlo. Siempre parpadeando.

Una era risa, era nerviosa alegría, caudal de palabras, catarata de letras. Sensibilidad disfrazada y maquillada, pero real.
Uno era risa, era alegría infinita, huidiza; sentimientos congelados y sepultados, realmente despiertos, vulnerables.

Puede que por eso se enredaran.
Se abrazaban en la cornisa de las mañanas, acariciándose en la profundidad de la noche. De besos se cubrían, agarrados a sus mantas de piel. Se perseguían hasta el confín más exiliado.
Se tatuaban con sus propios dientes mientras recorrían cada kilómetro de la estela de su aliento.

Entonces, un día se quebró su inestable universo.
Tampoco tardaron mucho tiempo en reencontrarse, pero las malas maneras apagaron la vela.
Según Una, se regó el suelo con nuevos océanos.
Según Uno, las zanjas a su paso ya apenas se quejaban. Nunca se creyó culpable de que tuviera que recoger tantos pedazos.

Realmente, Ella vomitó un charco de barro y lo llamo “amor”.

Entonces, había una sirena.

Su melena de madera, contraía tanto el aire como el agua.
Su aroma como canción. Tímida, recitaba en forma de chorradas.
Siempre le cantaba a su marinero cuentos de sus ancestros: del arrecife y del coral.
Siempre se escondía tras ellos. Guardaba bajo cinco vueltas de llave sus secretos.
Siempre corría flotando, nunca jamás volvería a fiarse de aquel romano.

Él siempre con su red.
Con su bote de mierda marina.
Con un muro de niebla ante sus ojos.
Con una selva de hielo ocultando su corazón.

(Amistad de palo, vacía y electrónica.)

No podía evitar recordar con cada palada. Sus remos, tallados de caminos enterrados por sus versos.

(Genial.)

Enloquecido, siempre berreando en la cresta de una ola cualquiera.

Ella, temiendo sucumbir, abandonó su escenario, su apagada y naufragada roca.

Se escapó.

Huyó buceando hasta sus castillos de arena, siempre protegida por su inmadura ingenuidad.

Así, llegó el calor, y él se envenenó. Se corrompió por completo. No pasaba un día sin recordar aquella brumosa mirada, aquellas manos de nácar y su salada voz, de puro cristal abisal.

Entonces, el perro despertó.

Contrachapado, apenas podía ocultar sus gélidos latidos por sus huecos poco soldados.

Se emborrachó hasta quemarse.
Mendigos marcándose unas sevillanas entre las ruinas de una "gran" fiesta.
Tablao flamenco invadido de botellas y otros desechos, lágrimas de rabia y de pena.
Se descubrió roto, sin bisagras, negro de cenizas. Desmontado, lamió desesperado. Trato de pegarse, e incluso hasta se lo creyó.

Algo se había reventado por dentro y lo había salpicado todo, sin remedio.

Aquella pequeña cartera jugaba con sus orejas, pues no era más que un perro de juguete.
Le zarandeaba sobre el suelo, le golpeaba contra el aire que sostenía sus cabellos.

Tan torpe y ebrio, ni siquiera se le ocurrió preguntar después por el por qué de tanto daño.
Jamás había pensado que un juguete pudiera sollozar tanto.

Ella seguía, jamás dejaría de ser una niña. Se buscó otro compañero de guardería, un canuto loco. Se llevó su nombre y algún que otro tesoro.

Le duró poco la chusta y casi ni le sirvió para colocarse.

Entonces, regresó, recordando a su viejo amigo. Enésimo “intento” de algo a lo que llamaremos "error".

La guitarra pedía que le tocaran más cuerdas. Quería más ruido y más ritmo.
Era gorda y azul, o quizás flaca, blanca y negra, puro ébano. Mástil de ramera.

Llegó el día, y el “poeta” se cansó de ser romántico.

Decidió, confesó y perdió.

Todo.

A ella.

A ti.


Escrito por completo una de esas tantas noches de febrero. El retraso por bandera.

* * *

Y ya solo queda eso; nada.
Tan solo calamidad y despojos, el cadáver de tu hoguera.

Quemaduras y mordeduras, recuerdos impotentes.
Resbaladizo caminito negro, herido y humeante.

Un sueño suelto, embarrado en el descuido de quererte.
Perdido.

Y ya solo quedará eso; olvido.
Indiferencia vomitiva, repudiada por sí misma.

Un libro sin hojas ni tapas, tan solo cenizas.
Extinto.
Un estanque sin agua ni calma, tan solo polvo.

Algo marchito, sin vida.

Y ya solo quedó eso; silencio.
Ruido histérico, cosido a gritos.

Ni el sonido del duelo, del consuelo más añejo.
Ni siquiera quedaron las a de la palabra amistad.


Qué suerte.


Tan solo quedó ésto; Inspiración y Pedazos.

Publicado por Cabeza de Turco el jueves, octubre 31, 2013
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
Etiquetas: Cabeza de Turco 0 comentarios

Inspiración hecha pedazos (V)

Cada palabra envuelta en un recuerdo, porque eres pasado que nunca pasa.
Estancado en un aroma.

Soy una piedra que se descuartiza cuando la meces.

Es por culpa de tu sonrisa; es como un soldado blanco y brillante, una estrella solitaria en medio de una calle cualquiera.

Esclavo de las sobras de un reino de sombras y ceniza.

Estás ahí, encima de mí, como una llama que late y se consume lentamente.

Yo no hago más que acercarme, desintegrándome con cada beso, con cada llamarada de nada, con cada dentellada asesina y colérica, locura ciega de placer.

Me veo nadando a la altura de la duda; deidad, de luz cósmica vestida, de soplos solares que la abrazan, que la enganchan a ese tango que se marca con su globo azul.

Ahora estoy hablando de la Luna y ni tan siquiera se te acerca.

Como un ángel exaltado.
Una mueca rota, esculpida en la constelación de mi torpeza. Una vena hinchada que penetra la oscuridad de tu caverna de hielo líquido y abrasador.

Huele muy bien, tranquila.

De mi mente salen tentáculos de sangre.

No existen los halagos en el país de los payasos.

A mí me gusta moverme entre serpientes.
Que las víboras se deleiten poco a poco con mi corazón; me envenenen de existencia, arropándome de ponzoña fina, de una red de mentiras tan elegantemente hilada como doblegada. Enarbolada y bien izada en lo más alto de la colina de mi decadencia, de ese orgullo que mantengo, por ira.

Suicida, claro; no aguanta ni una sola ronda.

Yo solo busco moldear tu pensamiento.

Crear una imagen y retorcerla hasta el exceso, hasta que reviente de miedo y se revuelque en su propio daño. Que chapotee bien.

Así.

Y si te piensas que escribo bajo la noción y el sentimiento, es que no has comprendido ni una sola palabra de lo que te estoy diciendo.

Pero ahí sigues, revoloteando a mi alrededor, descolocándolo todo.

Un tifón que se olvidó de pedir la hora.
Un agujero negro, pero negro de cojones.

Yo, poca cosa.

La ingenua presa que cree sobrevivir a tu sed.
Esa brisa clandestina que se coló por tu ventana.

Incluso, la ola que ahoga una caracola despistada: eso eres, una lucha de titanes que ni matar ni dejarse morir pueden.

Eres el sentido que se le da a un verso herido, a un conjunto de palabras que se unieron por puro azar.

Casi como nosotros.

Casi.

Me dejé el sombrero en la otra estrofa.
Prefiero ni contar el espacio que te deje tras ella.

Publicado por Cabeza de Turco el viernes, octubre 04, 2013
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
Etiquetas: Cabeza de Turco, Inspiración hecha pedazos 0 comentarios
Entradas más recientes Entradas antiguas Inicio
Suscribirse a: Entradas (Atom)

Derechos reservados por NHT

Con la colaboración de tu puta madre