Te escribo en tubérculos que explotan,
que nacen de la pena, de mis cicatrices.
Murales de espanto en formación difusa.
Las habitaciones se han inundado de
rasguños
tras la furia de los amantes más salvajes y borrachos.
tras la furia de los amantes más salvajes y borrachos.
Le estoy prendiendo fuego a la mujer de verde.
¿Por qué no te quedas un rato más?
Ni contigo ni sin ti.
Nos encontramos ante un nuevo horizonte de
sucesos
de mierda.
Ya no quiero beberte,
me gustaría tragarte entera.
Debería de huir ante tu violencia,
pero mi alma ha encontrado un placer
diferente, un tanto brusco.
Cojo mis recuerdos y me voy.
Los meto todos juntos, disecando mis
bolsillos
aplastando mis interiores, intentando
encontrar las fisuras por donde saltar.
Nunca he sentido nada igual.
El riesgo de abrigarnos por dentro, de
abrirle tus bocas a algo tan bucólico,
algo tan adictivo que me abrasaba de
necesidad la garganta con cada trago.
Un nudo vital, colmado por el rubor del
primer contacto, de la primera noche juntos.
La última ventana por la que nos colamos, y la contaminación de un pensamiento:
conseguir volver a tus hojas, a la calma entre tus sábanas,
conseguir volver a tus hojas, a la calma entre tus sábanas,
nuestros océanos de paz.
Abrazados al sudor de nuestras espaldas,
y una jauría de besos hambrientos tras cada asalto,
y una jauría de besos hambrientos tras cada asalto,
que se quedaban con mi cara y con mis ganas de alzar el vuelo,
pues la verdad es que, tras cada acto, me convencían de fundirme con tu ser,
hasta el final.
Quiero que tus manos me ofrezcan flores de humo,
intentando mezclar mis famélicos huesos
con la anestesia de tu cuerpo.
Que me dejes volver a probar de tu luz,
y compartir algo más grande que una chusta.
Me arropo con cosas de ti para así sentirte cerca.
Como un yonki más patético de lo normal, colgado del árbol de su mono,
de tus maneras y tus risas, las tonterías más simples,
cada vez más nítidas.
Echo de menos deshacerme entre los jugos de
tu carne,
que me viertas en tu ciénaga de amor
ambarino,
sobrecogido ante tus mareas, ante tus
anheladas caricias,
el aleteo púrpura de tu sonrisa, que ahora me esquiva.
Qué ha sido de ti,
de tu grandiosa esencia,
de la capacidad que tenías de hacerme feliz siendo tú entera,
llena y brillante,
despreocupada de todo lo demás salvo de
quererme.
Desquiciados ante las mismas canciones de siempre.
La peor sensación de todas las que he sufrido es este vacío.
Encontrarme sin un suelo rojo sobre el que
posar mi descanso.
Que la gravedad de su vida me empuje,
despreciando a mi luna,
a la deriva
de nuevo.
Se ha llenado de basura nuestra cama.
Atascados los
por los que solíamos escapar.
"Reconozco que nunca pensé en acabar por aquí,
no cuentes a nadie lo que hemos
oído."
Los dobles raseros incitan a mi odio.
No sabría decirte si hablamos de máscaras o de coincidencias.
Atreverse a contarle la escasez de apoyos que te quedan al pilar de una vida que tú misma derrumbaste...
Inflamas ejércitos de sal en mis entrañas
cada vez que me recuerdas la distancia que nos separa,
la que nos has establecido, nuestro muro de Berlín particular,
una indiferencia que se come de noche
nuestro tiempo y que esparce nuestras migas por el colchón, como si fuéramos
galletas.
¿Te duele?
Inspecciona mis ruinas.
Te maullan, cohibidas,
saben de ti que eres su dueña,
saben de ti que eres su dueña,
la responsable de esta calamitosa realidad
a la que se ha visto reducido mi corazón.
Ante tu huida solo me han quedado fotos y cosas bonitas.
Lamentos ante tus despedidas,
creando dunas de serpientes entre mis entrañas.
Pirámides tensas y mariposas melancólicas,
dibujos preciosos que entristecen mis paredes
sin querer.
Una demencia invasora que no tiene prisa,
y explosiones que no avisan, que se hacen de rogar
en el quicio de mi vida.
creando dunas de serpientes entre mis entrañas.
Pirámides tensas y mariposas melancólicas,
dibujos preciosos que entristecen mis paredes
sin querer.
Una demencia invasora que no tiene prisa,
y explosiones que no avisan, que se hacen de rogar
en el quicio de mi vida.
Tan solo colillas comunes de un cenicero a rebosar.
Da la sensación de que para permanecer en tu vida hay que joderte.
Da la sensación de que para permanecer en tu vida hay que joderte.
Qué cosas,
exploté esa palabra en ambos
sentidos.
Supongo que sería insuficiente.
"Una tormenta se ha adueñado de mi sed,
no me quedan manos que te posen, ni te posean,
se dedican a achicar charcos oscuros."
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