Sus poligonales ladrillos azules me gritaban como las algas bajo el mar del puré de verduras. Su mirada de pierna quebrada lanzaba cangrejos circulares como peines cuadrados en triángulos romboides. Un terremoto estremeció su prado de oro sucio y quedé pelucheado. En mi codo los pensamientos follaban los unos con los otros en una bacanal de bits y soles en la galaxia de Andrómeda. No me quedó otro remedio que retroceder en el tiempo con la máquina que el profesor Carapene había inventado en el futuro lejano. El siguió con su acoso zombificado mientras yo evolucionaba en algo que quizás se parecía a una polilla nuclear...
Mirando sexualmente a aquella puta, noté levitar suavemente mi pie. Podía notar como mis dedos, obviando la existencia del calcetín, notaban más endeble que nunca la superficie de caucho que siempre los había sujetado con firmeza y que ahora bailaba con la leve brisa del viendo que entraba por una ventana cercana. Debían de sentir algo parecido a montar en una montaña rusa: intenso pero corto, pues, en un instante, la firme cerámica de los baldosines del suelo devolvían la firmeza a la suela de mi bota. Sí, es cierto, había dado un paso. Y detrás de ese paso di otro, pero eso es otra historia que no tengo tiempo para contarles.
Inmerso en el lado oscuro. Fran, ya eres uno de los nuestros jajajajajajajajajajajajaja
ResponderEliminarY me odio a mí mismo por ello...
ResponderEliminarlo mejor que has escrito en tu puta vida, y aún así lo desprecias....no mereces estar aquí te lo juro
ResponderEliminarUPyD. Un pedante y demente. Firmado: yo.
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