skip to main | skip to sidebar

Generación del 93

  • Alack
  • Cabeza de Turco
  • Dakozu
  • Fab

Etiquetas

  • alack (25)
  • Alex#11 (15)
  • Cabeza de Turco (28)
  • Crónica diaria (1)
  • Dakozu (4)
  • FranZeta (4)
  • Inspiración hecha pedazos (7)
  • Las cuatro sombras de una llama (2)
  • Las nanas de la patata (2)
  • Legado (2)
  • pasado (1)
  • Pensamiento (27)
  • Poesía (3)
  • Regreso (2)
  • Relato (25)
  • Retrato (2)
  • Tu (2)
  • Visión en sepia (2)

Archivo del blog

  • ►  2010 (7)
    • ►  agosto (3)
    • ►  noviembre (2)
    • ►  diciembre (2)
  • ▼  2011 (30)
    • ►  enero (1)
    • ►  febrero (1)
    • ►  marzo (4)
    • ►  abril (5)
    • ►  mayo (3)
    • ►  junio (4)
    • ►  julio (2)
    • ►  agosto (1)
    • ►  septiembre (1)
    • ►  octubre (2)
    • ▼  noviembre (5)
      • El único arma que ningún bando entrega
      • Si duele, significa que estás vivo
      • Revolución continua
      • Eso dicen
      • Cómo conocí a tu puta madre, por Jorge Román.
    • ►  diciembre (1)
  • ►  2012 (13)
    • ►  enero (1)
    • ►  abril (2)
    • ►  mayo (1)
    • ►  junio (1)
    • ►  julio (1)
    • ►  agosto (4)
    • ►  octubre (1)
    • ►  noviembre (1)
    • ►  diciembre (1)
  • ►  2013 (13)
    • ►  febrero (3)
    • ►  marzo (2)
    • ►  abril (1)
    • ►  junio (2)
    • ►  julio (1)
    • ►  octubre (2)
    • ►  diciembre (2)
  • ►  2014 (9)
    • ►  febrero (6)
    • ►  mayo (1)
    • ►  junio (1)
    • ►  octubre (1)
  • ►  2015 (2)
    • ►  abril (1)
    • ►  octubre (1)
  • ►  2016 (3)
    • ►  marzo (1)
    • ►  abril (2)
  • ►  2017 (2)
    • ►  marzo (1)
    • ►  agosto (1)

Seguidores

New Ham Times

"A falta de una imagen, buenas son las mil palabras."

Cómo conocí a tu puta madre, por Jorge Román.

Con todos ustedes, Jorge Román:

Gimiendo. Mis corazones vibraban al mismo tiempo. Diástole, sístole, dentro, fuera. Degusté el sabor a sudor en mi lengua, mezclado con el de sus más íntimos efluvios. Ella estimulaba todos mis sentidos. Vista, tacto, olfato oído... gusto... Yo la estimulaba en dos sentidos pero en una sola dirección. Su clítoris le inducía a agitar las caderas de manera descontrolada al son que mi lengua marcaba.

Comencé a cabalgar a la valkiria.

Sus senos comenzaron a dibujar el infinito entre sus brazos. Me miró, y entre gemidos desgarrados, difícilmente pudo articular: "¡Azótame!". Pero su gesto de puta viciosa ya lo decía todo. Me estremecí. Me retó con la mirada. La valkiria quería ir a lo guarro. Perdón, a la guerra. Iba en serio. Mi ariete arremetía contra las puertas del pecado, una, y otra, y otra vez, tratando de liberar el placer, mientras mi mano emprendía escaramuzas contra su nalga derecha. La temperatura aumentaba. Sus cuartos traseros estaban al rojo incandescente. Irradiaba ira. La estaba dominando. De pronto se revolvió como una perra en celo, me mordió la boca y se sentó encima. Las tornas cambiaban. Sudor, sábanas, culos, tetas, genitales, piernas, cabellos... todo formaba el campo de batalla. Comenzó a bailar sobre mi vientre, arriba, abajo. Parecía profesional, quizás incluso lo fuese. No me importa, solo le pagué con un pequeño detalle. Con mi mano, sutilmente fui repasando toda la topología de su piel, de sus pechos, sus pezones, su boca, su región perianal, y la no perianal también. Continuó danzando, masacrando mi acero más duro, mirándome a los ojos, como poseída por un maldito demonio. La detuve antes de que acabara conmigo. Le di la vuelta agarrándola por los brazos, y volví a bañar sus labios en mi saliva, aunque no habría hecho falta, estaba jodidamente cachonda. Titubeante, le mordisquee un pezón. Me enseñó los dientes, y sus ojos me dijeron: "vamos, continua, no pares, vuelve a darme con todo lo que tienes".

Lo vi claro. Como un niño al que no le dejan jugar con su juguete favorito, retomé la danza de la creación, descargando toda mi ira erótica y mi fuerza pélvica contra aquel reducto, que se derretía ante mi fogosidad. No me detuve. Sentí placer solo de ver la cara de asombro y satisfacción, su boca abierta, y sus ojos como platos, que exageraba más cada momento mientras yo mantenía mi infernal ritmo. Hasta nuestros pubis aplaudían aquella hazaña.

Jadeaba y sudaba como si lo hubiera hecho ella. Estaba muy hermosa. Su tórax se hinchaba con cada bocanada de aire, y al compás de su respiración ondulaban los reflejos de sus duros pechos a la poca luz de luna que nos entraba por la ventana.

La desmonté de mi tiovivo, triunfal. Ella sabía que yo era el vencedor, pero ella también había obtenido su provecho. Yo mismo habría hecho los honores, pero una vez incorporado, para mi sorpresa, agarró mi pene con ambas manos, fuertemente, sonriéndome de medio lado y hacia arriba. Estaba acalorada, y la muy cochina quería un buen manguerazo.


Comenzó a frotarme, rápidamente, utilizando su lengua de manera inesperada y muy estimulante. Palpó mis testículos, sosteniéndolos en la mano, mientras ella continuaba. Hasta que encontró la llave de mi boca de incendios. Se salpicó la cara, pero consiguió dar un buen trago. Pronto se terminó, pero no su sed.


Recorrió todo el largo de mi vara de hacer milagros con su lengua. Succionó la punta, sacándome hasta el alma. Mejillas hundidas, tez pálida, pezones pequeños, pelo rojo, ondulado. Una magnífica guerrera. Me había destrozado. Rompió el silencio y su sonrisa para hablar.

"Bueno... ¿Cómo te llamabas?" los dos nos sonreímos de manera recíproca.
Publicado por Fab el miércoles, noviembre 30, 2011
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
Etiquetas: Relato 3 comentarios

Eso dicen

Dicen que estuve allí. Agarrado a tus medias, a punto de caer a algún profundo agujero.   Que mi consciencia pendía de la viva fragilidad de uno de tus cabellos.

Dicen que el frio huía de mí. Que se alejaba conforme me aseguraba de no caer, conforme me aferraba a aquella licra. Con firmeza, a punto de perderme, solté algo de la carga que me empujaba hacia la caída. Pero vi la carga, la vi salir flotando.

Dicen que pensé soltarme, que cuando todo el peso de esta mente ya había escapado, pensé hacer lo mismo. Pero no me dejaste.

Algo recuerdo, algo relacionado con el hielo. Con el hielo que ardía entre mis manos. No sé porque te recuerdo allí. Hasta este momento, habría jurado que no existías.
Dicen que al final ya no quedaba nada de mí, que dejé escapar mi cuerpo.

Este sí que cayó. Fueron esos pesos, esos pensamientos, los que quedaron flotando. Atraídos electroestáticamente a esa piel, a esa piel que juraría que no existía.

Todos pudieron mirarlos, pero solo los viste tú. Ahora estoy seguro de tu existencia, o eso dicen.

Dicen que sigo siendo el mismo, que algo agarró mi cuerpo y me lo devolvió. Que alguna sustancia me había atrapado y me había soltado. Que se había cansado de mí.

Pero de esto también recuerdo algo, recuerdo que si no volví a enfrentarme a la pendiente, si no volví a arrojarme al precipicio, para agarrarme a ti; si no lo hice, fue porque tú ya no estabas. Pero estoy seguro de que existías. Estoy seguro de que la sustancia no se ha ido, que sigue en algún punto de este amnésico.

Dicen que nada de esto existe. Pero yo no me lo creo.
Publicado por Alack el domingo, noviembre 27, 2011
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
Etiquetas: alack, Pensamiento 0 comentarios

Revolución continua

No puedes quedarte aparte, no puedes. Lo estas viendo perfectamente. Alguien debería decir lo que piensa, o por lo menos pensar lo que dice.

Se acerca el día, y algunos vamos a salir. Vamos a tirar a la basura el mentirófono y  el silenciador. Vamos a violar a la injusticia, no la va a reconocer ni su madre. Lo haremos sin protección.  Ni puños levantados, ni mensajes de libro, solo vosotros y nosotros.

Las ratas lo verán desde sus espejitos mágicos, van a ver lo que no han creado, lo que no han conseguido. Van a buscar en el contenedor de la calle “Conciencia”. Vamos a hacer que duerman entre los cartones de sus indigentes. Vamos a pisar su techo.

No vamos a ser parados por vuestros zánganos, bastante les hemos dado ya, bastante hemos recibido. No son moratones, no son arañazos, ni fracturas. No son perdidas de conocimiento. Son ganas, es un tropezón más, una caída de morros con 5 años.

Dirán que no sirvió de nada, seguramente. Pero si servirá, se tendrá presente que odiamos lo poco de ignorante que nos queda. Lo que vamos a hacer desde ahora. Que en mi casa ya ha ardido alguien. Que en cada hogar alguien se carboniza.

Esta vez quedáis fuera los que miráis, no contamos con vosotros. Contamos con vuestras ganas. Que seáis vosotros los que os odiéis un poco y salgáis.

Si tuviese la certeza de que no servirá lo más mínimo, si fuese una seguridad que voy a ser golpeado, que a partir de este día llevaremos una mancha; eso lo engrandecería todo. Esta vez tampoco voy a leer lo sucedido, no voy a alegrarme por nadie, ni sentir lástima. Esta vez yo voy a salir. Voy a ser muy egoísta.

Esta es la mía, les voy a dejar. Se lo pienso poner fácil. No correré, no lloraré, no gritaré; voy a hacerlo. Quiero hacerlo, es simple.

Mira cómo vienen, dispuestos a arrasar, ¿fui yo quien les di ese palo? O fui yo o tus padres. Pero hoy seré yo contra el que impacte. Voy a hacer que pierdan su fuerza desde dentro.

¿Soy yo? No, somos muchos. Somos el mismo héroe. Posiblemente un poco mártir, pero de eso se trata, que vean que su superioridad se la concedemos nosotros.
Publicado por Alack el domingo, noviembre 27, 2011
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
Etiquetas: alack, Pensamiento 0 comentarios

Si duele, significa que estás vivo


Empecé a tirar del pellejo suelto. Como si de un padrastro se tratase, acabé haciéndome sangre. La sensación de dolor era inaguantable, pero más insoportable era no seguir haciéndolo. 

Creí que encontraría algo profundo. Que descubriría nuevas cosas sobre algún yo.

Y tras aquella muerta  carne me vi. Estaba en mi forma menos contaminada. No hablo de vulnerabilidad, hablo de hueso duro. Hablo del fondo quebradizo e indestructible del yo auténtico.

Lo poco que queda verdaderamente de “uno mismo”.

Parecía imposible que entre la densa niebla se pudiese distinguir. Que bajo la cúpula de contaminación aún tengamos humanidad, o lo que quiera que sea.

¿Creéis que decidís algo de lo que sois? No os gusta pensar que vuestra existencia está guiada por algo. No hablo de un dios. Hablo de todo lo contrario.

Es triste, pero esta existencia es únicamente eso, una existencia. Una existencia, con todo lo que eso conlleva. Es algo con principio y fin. Algo cuyo contenido pasa desapercibido. La humanidad es un mero relleno.

Pero es nuestro relleno. Lo que nos hace alejarnos de nuestro destino. Lo que hace que creamos que podemos decidir cualquier cosa acerca de nuestra vida, incluso cuándo queremos acabarla.

La carne muerta está infectándolo todo. Creemos controlar más de lo que verdaderamente está en nuestras manos. Somos nuestros propios dioses. Elegimos a nuestros superiores y a nuestros inferiores.

Hemos creado mil capas para cubrirnos, creyendo que nos protegen. Hemos olvidado el hueso, la fragilidad inmortal que nos hace ser algo.

Ya no sabemos qué somos. Discutimos entre nosotros para dar un nombre común a algo que tiene nombre propio.

¿Cuántos creísteis poseer  esa vida que llamáis “vuestra”? No descanséis hasta hacerlo.


Publicado por Alack el domingo, noviembre 27, 2011
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
Etiquetas: alack, Pensamiento 0 comentarios

El único arma que ningún bando entrega

Siempre te han enseñado a obedecer, ya sea a alguien o a ti mismo; algunos hemos tenido problemas con esto. Algunos no hemos obedecido nunca, o al menos nunca en el entendimiento. Nada de lo hecho ha sido porque no lo creyese, más allá de ser impuesto como necesario u obligado. Pero esto es una reflexión espontánea, algo que determinas tras haber actuado. No se si de verdad creo todo lo que digo, si volvería a hacer todo lo que he hecho. Prefiero pensar que sí, aunque las equivocaciones evidentes sean, además, inolvidables.

Siempre he creído en el lado bueno de todo lo dicho, hecho o pensado. Esto no significa que lo que haga está bien o mal, esto significa que creo en lo que digo, hago o pienso. Y esto es lo que más aprecié de la gente siempre.

Encontraremos siempre a gente con ideas equivocadas, pero ahí hay algo apreciable: tienen ideas. Aprecio mucho más a gente con ideas propias, bajo mi concepción equivocadas, que ha todos esos cuerpos de la masa.

Lo mismo me pasa con distintas situaciones en la vida, como en el caso de la política. Siempre valoré más a una persona con fuertes ideales a todos aquellos que son incapaces de posicionarse.  Esos ideales pueden ser considerados buenos o malos, pero ya son algo importante.
Sin embargo en esto de los ideales hay problemas. A veces los ideales nos hacen cometer actos equivocados.

Existen muchas personas con ideales fuertes como el hierro, personas cercanas a los extremos, cuyos métodos serían juzgados como incorrectos, por lo menos. Pero si te paras a pensarlo, es todo una cuestión de educación.

Todos seríamos capaces de hacer las más inhumanas atrocidades por aquello que nos importa, incluso por cosas que no nos importan demasiado. Pensar que no, es un engaño. Ojala todos pudiésemos cumplir esos pensamientos de posicionarnos por encima de aquellos que pierden la humanidad que poseen, pero el caso es que si sus actos nos afectasen, nosotros la perderíamos del mismo modo en nombre de unas ideas.

Con la educación que hemos recibido, y que no hemos sabido o podido apartar de nuestro pensamiento, todos clamaríamos justicia si hiciesen daño a un familiar. Algunos matarían, otros buscarían que esa persona sufriese. Nada de esto sirve, pero todos nos rebajamos a la categoría de animales en una situación así.

Negarse a esto es ser un hipócrita, es engañarse a uno mismo.

La educación es la verdadera arma de destrucción masiva, es capaz de crear, modificar y destruir ideales. La educación juega con aquello que de verdad mueve a la gente, nada de sentimientos ni demás formalidades. Es todo una cuestión de los ideales que se poseen.

He dicho que esas ideas es lo que más aprecio de las personas, y no reculo cuando llego a estas conclusiones de que a través de la educación estas pueden imponerse hasta el punto de arraigarlos en una persona. No echemos la culpa a las personas que cometen atrocidades en nombre de sus ideas. Echémosle la culpa a la educación que han recibido, y en cuya creación hemos contribuido en muchas ocasiones. No eches la culpa de un atentado a un radical islamista, échale la culpa a la educación que ha recibido, échale la culpa a la educación que te va a hacer odiarle si en ese atentado ha muerto un familiar tuyo.

Todos nosotros estamos metidos hasta el cuello en esto, la educación que hemos recibido ya está demasiada arraigada en nosotros. Decir lo contrario es ser hipócrita.

Y yo, yo soy el más hipócrita que conoceréis, y por el hecho de decir esto, también soy a la vez el  que menos.
Publicado por Alack el sábado, noviembre 26, 2011
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
Etiquetas: alack, Pensamiento 1 comentarios
Entradas más recientes Entradas antiguas Inicio
Suscribirse a: Entradas (Atom)

Derechos reservados por NHT

Con la colaboración de tu puta madre