Dicen que estuve allí. Agarrado a tus medias, a punto de caer a algún profundo agujero. Que mi consciencia pendía de la viva fragilidad de uno de tus cabellos.
Dicen que el frio huía de mí. Que se alejaba conforme me aseguraba de no caer, conforme me aferraba a aquella licra. Con firmeza, a punto de perderme, solté algo de la carga que me empujaba hacia la caída. Pero vi la carga, la vi salir flotando.
Dicen que pensé soltarme, que cuando todo el peso de esta mente ya había escapado, pensé hacer lo mismo. Pero no me dejaste.
Algo recuerdo, algo relacionado con el hielo. Con el hielo que ardía entre mis manos. No sé porque te recuerdo allí. Hasta este momento, habría jurado que no existías.
Dicen que al final ya no quedaba nada de mí, que dejé escapar mi cuerpo.
Este sí que cayó. Fueron esos pesos, esos pensamientos, los que quedaron flotando. Atraídos electroestáticamente a esa piel, a esa piel que juraría que no existía.
Todos pudieron mirarlos, pero solo los viste tú. Ahora estoy seguro de tu existencia, o eso dicen.
Dicen que sigo siendo el mismo, que algo agarró mi cuerpo y me lo devolvió. Que alguna sustancia me había atrapado y me había soltado. Que se había cansado de mí.
Pero de esto también recuerdo algo, recuerdo que si no volví a enfrentarme a la pendiente, si no volví a arrojarme al precipicio, para agarrarme a ti; si no lo hice, fue porque tú ya no estabas. Pero estoy seguro de que existías. Estoy seguro de que la sustancia no se ha ido, que sigue en algún punto de este amnésico.
Dicen que nada de esto existe. Pero yo no me lo creo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario