Anteriormente: Capítulo 1 - Fin
El salto que el coche dio al pasar por un paso de cebra me obligó a incorporarme sobresaltado. El conductor del taxi me miraba de reojo, con una sonrisa entre dientes. Era un hombre grande y corpulento. Tenía mucho bello en los brazos y podía verse como los pelos de su pecho sobresalían también de su grasienta camisa azul. Estaba claro que aquel tipo tan desagradable lo había hecho apropósito, quería despertarme. “Arriba princesa, estamos a menos de diez minutos” – dijo con una voz grave.
Al mirar por la ventanilla pude ver como recorríamos lentamente las calles de una ciudad que me pareció enormemente familiar. Era la ciudad en la que me críe, Parla. En ese justo instante recordé que era lo que estaba haciendo allí. Algunos viejos amigos me habían convencido para ir a una de esas fiestas de exalumnos donde los antiguos compañeros de colegio se reúnen en un vano y estúpido intento de demostrar lo bien que les ha ido en la vida. Odiaba ese tipo de fiestas, y más teniendo en cuenta la gente con la que me iba a reencontrar…
Mientras mi cabeza divagaba muy lejos de donde estaba mi cuerpo, el taxi llegó a su destino. Tras pagar al taxista comprobé el espacio que me rodeaba. Estaba frente a mi antiguo colegio, que pese a algunos insignificantes cambios, permanecía invariable al paso de los años. Dentro, en el patio de recreo, pude distinguir una cara familiar, era mi gran amigo Daniel, compañero de clase desde párvulos. Era un hombre alto, con un pelo abundante, fuerte y canoso, mirada perdida y unos bonitos ojos de color gris claro. Llevaba una gran gabardina negra y se acercó hacia mí con los brazos bien abiertos:- ¡Cuánto tiempo! ¿Se te ha dado bien el viaje? – preguntó alegremente mientras me abrazaba con un inusual entusiasmo.
- Un muermo, el taxista era poco menos que idiota – le dije acompañando mi queja con un gesto de asco – Aún no sé cómo demonios me convenciste para que viniera.
- No seas pesimista, seguro que lo pasas bien, además, podrás presumir de ser el único de la clase que ha conseguido ir a la universidad – argumentó el, quitando peso al asunto – entremos, los demás estarán al llegar.
Si el exterior del colegio era prácticamente igual a como lo era cuando yo estudiaba, el interior era idéntico. No había cambiado en nada su aspecto salvo por el deterioro que presentaban los objetos debido al paso del tiempo. Subimos hasta el último piso y nos dirigimos hasta donde se encontraba nuestra antigua clase, allí algunos de mis otros excompañeros esperaban la llegada del resto. La habitación tenía un tamaño medio y estaba amueblada con una gran mesa en el centro, rodeada de sillas, donde se encontraba la comida y la bebida. La iluminación corría a cargo de un gran ventanal que daba al patio del colegio y por donde entraba un gran haz de luz clara. Mientras Dani saludaba alegremente a cada uno de los allí presentes, yo hice en voz alta un saludo general y me senté en una de las esquinas de la mesa, confiando en que nadie me incordiara demasiado y pensando en las ganas que tenía de poder marcharme de aquella aburrida comida.
Pasados unos minutos ya estábamos todos y la comida dio comienzo tras el discurso de una mujer bajita y con aspecto de maruja, en el que nos dio a todos la noticia del inminente cierre del centro de enseñanza, lo que a muchos les causó una exagerada reacción. La comida no estuvo demasiado mal, a mi lado se sentaron Dani y algunos otros compañeros a los que soportaba algo más, lo que me permitió gozar de una cena desenfadada y tranquila.
De repente algo causó un silencio absoluto. Se oyó un estruendoso golpe. Acto seguido la puerta de nuestra clase se cerró de un portazo, estábamos atrapados…
Con que el único que llego a la universidad, ¿eh? ¬¬
ResponderEliminarTiene que ser una historia realista, sino no tiene gracia xD!
ResponderEliminarvaya flipauuu
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