Zafio corazón el mío,
que busca y encuentra lo que no ha de hallar.
¡Oh!, mártir del destino,
de tus ojos de olivino,
del azaroso azar mezquino,
envuelto en hilos de azahar,
cierto tono albino, divino,
apagado, incluso voraz.
que busca y encuentra lo que no ha de hallar.
¡Oh!, mártir del destino,
de tus ojos de olivino,
del azaroso azar mezquino,
envuelto en hilos de azahar,
cierto tono albino, divino,
apagado, incluso voraz.
Pétreo despertar el mío,
cristalino y frío, muy frío,
más que la primera gota de rocío
que cubre el alfeizar peregrino
de las ventanas de tu tempranero amor fugaz.
Pervertidor de la llama viva de mi alborada matinal.
cristalino y frío, muy frío,
más que la primera gota de rocío
que cubre el alfeizar peregrino
de las ventanas de tu tempranero amor fugaz.
Pervertidor de la llama viva de mi alborada matinal.
Este es mi sino, inmutable, invariable, íntimo.
Herida pringosa y contagiosa,
es la idea de tu amor.
Se extiende desde mi pecho hasta mi razón,
y pedregoso camino recorrido,
cosido entre los montes de latón
de mi imaginario pensamiento,
fiero sentimiento,
indomable invasor de los muros de mi zafio corazón.
Herida pringosa y contagiosa,
es la idea de tu amor.
Se extiende desde mi pecho hasta mi razón,
y pedregoso camino recorrido,
cosido entre los montes de latón
de mi imaginario pensamiento,
fiero sentimiento,
indomable invasor de los muros de mi zafio corazón.
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