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"A falta de una imagen, buenas son las mil palabras."

Jaime Cortés


Caminaba suelto, con una presencia tranquila. Con un andar quizás un poco arrítmico. Deslizó algunos de sus poco curtidos, pero no en apariencia, dedos en sentido contrario al cauce normal de su barba. Rascaba casi por inercia aquel conjunto de pelos, conjunto de carácter vagabundesco.

Estaba convencido de su libertad. Sensación afianzada por el uso de aquellos calzones. Cualquier insensato hubiese detallado la descripción de aquella pieza de anticuario con un triste: “De viejo”. Pero la prenda tenía un valor mucho más puramente gonadal. Eran símbolo de la comodidad de sus aireadas pelotas.

Solía deambular entre pensamientos, mientras se apartaba el pelo detrás de las orejas, o quizás mientras sus labios se contoneaban hasta dejar salir una pequeña lengua, la mirada perdida acompañaba a esta última. Si profería algún sonido gutural, de riguroso carácter acolegialado, era mientras suspiraba. 

Pese a todo, su mano rascó una vez más aquel símbolo de indigencia. En el fondo al trotamundos interior le era satisfactorio.


Le hubiese gustado plasmar grandes ideas y relatos en alguna hoja de cuadernillo. Le hubiese gustado la sensación del poeta romántico bajo algún árbol. Pero el aburrimiento había cesado. Tenía grandes porqués, tenía razones que cualquiera habría tachado de comunes. Algo que se notaba hasta en las miradas perdidas de su estricto sonambulismo mañanero.

Cuando surcaba el horizonte de su rutinaria vida era observado. Juzgarían una indiferencia solo apreciable en sus ropajes. Capaz de aprovechar su tiempo con la aglomeración social, creyente ferviente de las personas. Sorprendentemente humano. 


Y quien soy yo, solitario narrador, para escribir acerca de él. Incluso a mi me resulta ofensivo perturbar esa serenidad con estas palabras poco vacías.

Yo soy alguien que le conoció hace mucho, alguien que le conoció hace poco. Observador de la partida de parte de mí en una pancarta, que se alejaba entre sus manos. Un ser que sin esperarlo, ha nutrido su, dejémoslo en corriente, existencia con la pasada de este cordial extraño.

Pero dejemos al narrador que se centre simplemente en escribir acerca de un individuo de vital importancia para aquellos que le vivan. 

Supongamos por un momento que espera algún tipo de agradecimiento. “¿Agradecimiento por qué?”, diría este. Supongamos que nos da igual la respuesta pero queremos agradecer:

                Sin importarle su tiempo, él ayudaría
                Que en eso encuentra el ser
                O eso yo diría.
                Que tiene palabras para entender
    Y no es palabrería.
                Un lobo solitario donde le ves
                Al cual sin riesgo acompañaría
                Un enamorado de una mujer
                Y un enamorado de la vida
                Aun haciéndolo todo al revés,
    Aún asií, yo (24/7), agradecería


De parte de alguien que pasaba por aquí y decidió quedarse.
Publicado por Alack el viernes, agosto 17, 2012
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Etiquetas: alack, Relato

1 comentario:

  1. Cachas locas ;)23 de agosto de 2012, 3:38

    Solo diré una cosa, de verdad que vale la pena darte una amistad, poca gente es capaz de valorarla.

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