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Generación del 93

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New Ham Times

"A falta de una imagen, buenas son las mil palabras."

Son las batallas, las historias del abuelo.

La fecha cambia el dígito más grande, 365 días después algo falla.

En la mesa había una voz que se alzaba silenciosa entre el bullicio, una voz que emanaba sabiduría, trabajo, razón, lógica. Pero que no emanaba ruido. Como un ultrasonido que pocos nos dignábamos a escuchar. Los jóvenes que no buscamos tener la razón, buscamos aprender de la misma, estábamos ahí para escuchar, para alimentarnos de verdad.

Todos llenaban el estómago, pero estando tú, yo sólo quería llenar mi mente y mi conciencia. Lucho por ti, lucharé por todos. Tu garrote me decía lo importante que es no fallarse a sí mismo, lo importante que es la palabra esfuerzo. Grano a grano fuiste capaz de construir un legado del tamaño de un desierto, y no sólo por darnos a todos la oportunidad de vivir cada año los mejores veranos de nuestra vida. El orgullo que tu nieto siente y sentirá de ser tu nieto, es el que habrá sentido tu padre cuando llamaste a las puertas del cielo y te vio llegar. Navidades sin ti no son navidades, sin escuchar cómo con dos palabras inspirarías a una generación. Como así hiciste que la muerte de tu padre no fuera en vano, lucharé por ti.

La injusticia del azar se cebó con la persona equivocada, y me arrebató lo que más me marcó, ahora me toca a mi marcar este mundo, haciendo que cada generación la huella sea más grande. Siempre vivirás dentro de mí. Sólo quiero que no sientas que te has ido en vano. Sólo quiero que de alguna forma puedas leer esto. Que pudieras ponerme tu mano en el hombro.

Te debo una cena, te debo una vida.
Publicado por Anónimo el miércoles, diciembre 25, 2013
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Silencio artístico.

All Is Violent, All Is Bright - God Is An Astronaut


Prólogo.

Comienza la función. Bosta sobre fondo liso. La pisa un pie de talla cuarenta y seis. Por lo menos, y como mínimo. Con cuidado, bajo cero.


Primer acto.

Embalado. Embalado y torpe. De arrastrar los pies, las suelas gastadas. De arrastrar los pies, traspieses en exceso.
Bruma, humo y niebla. El camino sucio. El camino, el Madrid de ahora. La mente. La selva:

Escucha.

Flujos de colores, por la velocidad, por los letreros asaltantes y por las jirafas de color cambiante. Traspié, por la pierna del sintecho con techo de cartón.
Sustos, ante palizas físicas. Indiferencia, ante palizas mentales.

El vino, que parecía vino. Y los sacos, y los cacos.

Viandantes, a base de caballo. Solitario nuestro, haciendo el burro. Cada vez más loco, a hidálgos.
Quijote, y algún que otro don. Desaprovechado.

Tic tac, y vuelta. De reloj, de tuerca y a casa. A desahogar al hogar.


Interludio I o Diálogo absolutamente fortuito, y gratuito.

Uno: Llevo media hora a pedradas con el espejo.
Otro: Atravesando el reflejo.
Uno: Imaginando mi careto.
Otro: De acuerdo.


Segundo acto.

Recuerdo, del sujeto. Suceso pasado desapercibido, excepto para el escrito. Mito revivido, mito cazado, y el cazador:

Mira.

Volador obeso, actual, mórbido, con alas de hojalata. Cargado con su arma, con su puntería y un periódico cubriendo sus vergüenzas.
Maldito desvergonzado, hacedor de rompecabezas. Ciego, por los estupefacientes, seguramente.
Y dispara flechas.

¿Flechas? Al caminante, un arpón.

Insertado.

Ahora sácaselo y muere, ahora déjaselo, y muere también.


Interludio II o Diálogo altamente irrelevante.

Uno: Le voy a matar.
Otro: Al que imita en el cristal.
Uno: ¿Ganarás?
Otro: Quizás.


Tercer Acto.

Ultrajado, por él mismo. Un poco niño. Sucio personaje, altamente no empatizable. Castigado, como es probable. Cara seria. Herido obviable.

Vamos, un irresponsable.

Nos lo queríamos perder, y menudo individuo hemos encontrado:

Huele.

Sudorosas manos. Por soltar riendas. En la recta final. No por fin de trayecto, sino por no pensar en girar.

Siguiendo el camino, y puede que acabe en abismo. Pues coge, y mete cuarta...
Mente claramente nublada. Juicio elaborado. Con el miedo al "sin miedo". En la frente.

Los últimos serán los primeros, o los segundos, o los terceros. Pero no los últimos. Por dejar de ser, claro.

Menuda racha. Se queja. Y lo tiene todo. Y con cada beso, se convierte más en sapo.


Epílogo

Él: Está durmiendo.
Él: Mira, genio.
Él: Silencio.
Él: Baja al infierno.




Publicado por Alack el domingo, diciembre 08, 2013
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(V)

Dos mariposas predestinadas a encontrarse, a batirse en duelo.
Dos notas que brillan sobre su propia melodía.
Un puente sobre un espejo que no para, pero que tampoco avanza.
Dos piedras separadas que se vuelven a unir de una patada.
Perfección temporal, siempre a rachas.

* * *

Hace siglos que quedó tan solo ésto, tapiado por montones de recuerdos. Atados a mí, tan solo porque me enferman de ti. Que todavía parece que me bebo lo que quedó de mí, contigo.

Pasado, ese que pasa.

Sí, Inspiración y Pedazos, esa fue tu despedida.

* * *

Había dos sombras.

Una era dorada. De alas rosadas. Tan alto volaba que se perdía en los mares de la más infinita soledad.
Uno era oscuro. De alas quemadas. Tanto se arrastraba que ni siquiera recordaba el perfume de las nubes.

Una era cálida, era una estrella. Un volcán plácido y en calma. Jamás se apagaba.
Uno era frío, era un glaciar. Un trozo de hierro embrutecido, escupido de tanto masticarlo. Siempre parpadeando.

Una era risa, era nerviosa alegría, caudal de palabras, catarata de letras. Sensibilidad disfrazada y maquillada, pero real.
Uno era risa, era alegría infinita, huidiza; sentimientos congelados y sepultados, realmente despiertos, vulnerables.

Puede que por eso se enredaran.
Se abrazaban en la cornisa de las mañanas, acariciándose en la profundidad de la noche. De besos se cubrían, agarrados a sus mantas de piel. Se perseguían hasta el confín más exiliado.
Se tatuaban con sus propios dientes mientras recorrían cada kilómetro de la estela de su aliento.

Entonces, un día se quebró su inestable universo.
Tampoco tardaron mucho tiempo en reencontrarse, pero las malas maneras apagaron la vela.
Según Una, se regó el suelo con nuevos océanos.
Según Uno, las zanjas a su paso ya apenas se quejaban. Nunca se creyó culpable de que tuviera que recoger tantos pedazos.

Realmente, Ella vomitó un charco de barro y lo llamo “amor”.

Entonces, había una sirena.

Su melena de madera, contraía tanto el aire como el agua.
Su aroma como canción. Tímida, recitaba en forma de chorradas.
Siempre le cantaba a su marinero cuentos de sus ancestros: del arrecife y del coral.
Siempre se escondía tras ellos. Guardaba bajo cinco vueltas de llave sus secretos.
Siempre corría flotando, nunca jamás volvería a fiarse de aquel romano.

Él siempre con su red.
Con su bote de mierda marina.
Con un muro de niebla ante sus ojos.
Con una selva de hielo ocultando su corazón.

(Amistad de palo, vacía y electrónica.)

No podía evitar recordar con cada palada. Sus remos, tallados de caminos enterrados por sus versos.

(Genial.)

Enloquecido, siempre berreando en la cresta de una ola cualquiera.

Ella, temiendo sucumbir, abandonó su escenario, su apagada y naufragada roca.

Se escapó.

Huyó buceando hasta sus castillos de arena, siempre protegida por su inmadura ingenuidad.

Así, llegó el calor, y él se envenenó. Se corrompió por completo. No pasaba un día sin recordar aquella brumosa mirada, aquellas manos de nácar y su salada voz, de puro cristal abisal.

Entonces, el perro despertó.

Contrachapado, apenas podía ocultar sus gélidos latidos por sus huecos poco soldados.

Se emborrachó hasta quemarse.
Mendigos marcándose unas sevillanas entre las ruinas de una "gran" fiesta.
Tablao flamenco invadido de botellas y otros desechos, lágrimas de rabia y de pena.
Se descubrió roto, sin bisagras, negro de cenizas. Desmontado, lamió desesperado. Trato de pegarse, e incluso hasta se lo creyó.

Algo se había reventado por dentro y lo había salpicado todo, sin remedio.

Aquella pequeña cartera jugaba con sus orejas, pues no era más que un perro de juguete.
Le zarandeaba sobre el suelo, le golpeaba contra el aire que sostenía sus cabellos.

Tan torpe y ebrio, ni siquiera se le ocurrió preguntar después por el por qué de tanto daño.
Jamás había pensado que un juguete pudiera sollozar tanto.

Ella seguía, jamás dejaría de ser una niña. Se buscó otro compañero de guardería, un canuto loco. Se llevó su nombre y algún que otro tesoro.

Le duró poco la chusta y casi ni le sirvió para colocarse.

Entonces, regresó, recordando a su viejo amigo. Enésimo “intento” de algo a lo que llamaremos "error".

La guitarra pedía que le tocaran más cuerdas. Quería más ruido y más ritmo.
Era gorda y azul, o quizás flaca, blanca y negra, puro ébano. Mástil de ramera.

Llegó el día, y el “poeta” se cansó de ser romántico.

Decidió, confesó y perdió.

Todo.

A ella.

A ti.


Escrito por completo una de esas tantas noches de febrero. El retraso por bandera.

* * *

Y ya solo queda eso; nada.
Tan solo calamidad y despojos, el cadáver de tu hoguera.

Quemaduras y mordeduras, recuerdos impotentes.
Resbaladizo caminito negro, herido y humeante.

Un sueño suelto, embarrado en el descuido de quererte.
Perdido.

Y ya solo quedará eso; olvido.
Indiferencia vomitiva, repudiada por sí misma.

Un libro sin hojas ni tapas, tan solo cenizas.
Extinto.
Un estanque sin agua ni calma, tan solo polvo.

Algo marchito, sin vida.

Y ya solo quedó eso; silencio.
Ruido histérico, cosido a gritos.

Ni el sonido del duelo, del consuelo más añejo.
Ni siquiera quedaron las a de la palabra amistad.


Qué suerte.


Tan solo quedó ésto; Inspiración y Pedazos.

Publicado por Cabeza de Turco el jueves, octubre 31, 2013
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Inspiración hecha pedazos (V)

Cada palabra envuelta en un recuerdo, porque eres pasado que nunca pasa.
Estancado en un aroma.

Soy una piedra que se descuartiza cuando la meces.

Es por culpa de tu sonrisa; es como un soldado blanco y brillante, una estrella solitaria en medio de una calle cualquiera.

Esclavo de las sobras de un reino de sombras y ceniza.

Estás ahí, encima de mí, como una llama que late y se consume lentamente.

Yo no hago más que acercarme, desintegrándome con cada beso, con cada llamarada de nada, con cada dentellada asesina y colérica, locura ciega de placer.

Me veo nadando a la altura de la duda; deidad, de luz cósmica vestida, de soplos solares que la abrazan, que la enganchan a ese tango que se marca con su globo azul.

Ahora estoy hablando de la Luna y ni tan siquiera se te acerca.

Como un ángel exaltado.
Una mueca rota, esculpida en la constelación de mi torpeza. Una vena hinchada que penetra la oscuridad de tu caverna de hielo líquido y abrasador.

Huele muy bien, tranquila.

De mi mente salen tentáculos de sangre.

No existen los halagos en el país de los payasos.

A mí me gusta moverme entre serpientes.
Que las víboras se deleiten poco a poco con mi corazón; me envenenen de existencia, arropándome de ponzoña fina, de una red de mentiras tan elegantemente hilada como doblegada. Enarbolada y bien izada en lo más alto de la colina de mi decadencia, de ese orgullo que mantengo, por ira.

Suicida, claro; no aguanta ni una sola ronda.

Yo solo busco moldear tu pensamiento.

Crear una imagen y retorcerla hasta el exceso, hasta que reviente de miedo y se revuelque en su propio daño. Que chapotee bien.

Así.

Y si te piensas que escribo bajo la noción y el sentimiento, es que no has comprendido ni una sola palabra de lo que te estoy diciendo.

Pero ahí sigues, revoloteando a mi alrededor, descolocándolo todo.

Un tifón que se olvidó de pedir la hora.
Un agujero negro, pero negro de cojones.

Yo, poca cosa.

La ingenua presa que cree sobrevivir a tu sed.
Esa brisa clandestina que se coló por tu ventana.

Incluso, la ola que ahoga una caracola despistada: eso eres, una lucha de titanes que ni matar ni dejarse morir pueden.

Eres el sentido que se le da a un verso herido, a un conjunto de palabras que se unieron por puro azar.

Casi como nosotros.

Casi.

Me dejé el sombrero en la otra estrofa.
Prefiero ni contar el espacio que te deje tras ella.

Publicado por Cabeza de Turco el viernes, octubre 04, 2013
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Iluntasunean

Eras neopreno negro, cuero rugiendo con cada movimiento. Parecías una pantera torpe al son de una orquesta.

Dejando a un lado el sonido, trataba de concentrarme en lo que estaba viendo.

También gritabas.
Me arañabas lascivamente con tu boca, incluso desde tan lejos.
Y es que, a pesar de la distancia, sus pequeños látigos blancos me fustigaban a latido por segundo.

Atado, totalmente vulnerable.

La danza seguía, retorciéndome por dentro.
Esas rapadas, tan características, caldeaban aún más el ambiente.

Esos pechos locos...

Oda al seno verdadero.

Vivía enamorado de ellos y, Ella, ni tan siquiera lo sabía.
Bueno, igual ahora...

Eras el cóctel molotov de mis entrañas, de la desidia más visceral. Un instinto animal puro.

“... y en este parolismo, me encuentro cada día.”

Contoneándote eras todavía más oscura. Te faltaba cantar mierda de la buena.

“Next motherfucker's gonna, get my metal!”

Me rompería. Lo veía venir.
Lo deseaba, al menos.

Aquella lengua se estaba marcando un tango mortal. Me estabas provocando, con excelentes resultados.

Había un ariete que buscaba reventar una puerta.

Joder, me estoy poniendo burro.

Todo digno de nuestra locura.
Quería emborracharme de ti, o quizás contigo. En ese momento, lo quería todo.

De ella, claro.

Botas de pie pequeño, duras, de motera sin moto.

Buscabas patearme el corazón, atentar contra él, sin miramientos. Yo, en cambio, buscaba dejarme hacer.

Arremetió contra aquel obelisco perdido.
Me mordiste el cuello, enloqueciéndome del todo.
Escupías fuego por los ojos, dos rubíes de madera incandescente.
Casi creo que tus manos eran napalm.

Prendimos los dos, el destino se convirtió en una enorme bola de fuego.

Éramos la antorcha de una ciudad a oscuras.

La verdad es que fue una guarrada.

Cuando acabaste conmigo, dejaste tan solo cenizas. Una hoguera fría y una llama que gime, aún huyendo.

Un sentimiento nacionalista, dormido, pero alerta. Latente defensa de unos valores preciosos, casi tanto como Ella y su sonrisa.
Pero radicales, llenos de rabia. Pura y puta imagen de ellos tú eres, ederra.

Puto y pobre desgraciado, que soy yo, de una mujer que viola a hierro.
Es que casi me olvidaba de sus piercings.
Son unos cuantos, nunca me lo hubieran perdonado.

Algún día le arrancaría el del labio y, con él, éstos.
Me los llevaría conmigo, a mi caverna de hielo.

A un paso de congelarme.

Ella y su baile se habían ido.
Habías dejado a un demente y sus restos.

En el suelo se estaba bien. Acostumbrado, aquel era mi sitio.

Entonces, me convertí en una cerveza.

Esperaba una muerte lenta, para así paladear tus besos marchitos.

Ella volvió, y así caí.
De un trago.

Qué hija de puta.

Ira hecha jirones.
Diosa, incluso para eso.
Mujer.

Publicado por Cabeza de Turco el viernes, julio 19, 2013
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Tu Legado

Es jodido, tirando a puta mierda, apartar los problemas personales de todo lo demás creyendo que eso inmuniza tus sentimientos y disminuye las hostias que te pegan dichos problemas.

Es jodido, sobre todo, cuando te das cuenta que esos problemas, tarde o temprano, van a arrollarte como si fueran LeBron James contra un equipo de bajitos. Te encuentras en uno de los momentos más determinantes del año y no puedes más que pensar en lo que quieres, sin tener ni puta idea de dónde ir ni qué hacer. Pero sin parar de pensar en que todo lo que viene a partir de ahora, viene de la mano del vacío más grande que podías si quiera imaginar cuando todo pasó.

Trabajo, honestidad... Si falto a los valores que me has enseñado, será como olvidarte. Como dejarte partir en ese barco sin interesarme siquiera por si te has ido o no. No valen sentimientos aparentes, no vale la comodidad de lo fácil, llorar cuando te dicen o sentir cuando se supone que debes hacerlo. Tú me has enseñado el valor de levantarme cuando debo, y poner el cien por cien de mí mismo en regar esa planta, en escribir esa fórmula, en limpiar esa mesa. Tú me has enseñado que el trabajo y la sinceridad te llevan a vivir la vida como quieres, y no voy a faltar a esos valores, no voy a volver a faltarte al respeto.

Va a ser difícil levantarse de la mesa, encender la televisión, y que no me pidas ponerte el Tour de Francia. Extrañamente extrañaré que me eches la bronca por hacer ruido mientras la abuela duerme. Mirar ese sofá como si siguieras ahí, ardua tarea. Como si tuviera que parar la caída de mil estrellas a la tierra y pensar en qué tendré mañana de comer. Cómo hacer que lo que siempre ha sido mi vida perfecta, no se sumerja en la miseria de la melancolía y el dolor más insoportable al mirar a cualquier punto que tendré ante mí.

Si siguieras aquí te pediría el consejo que siempre acepté y que nunca te pedí, cada segundo que te miraba veía el espejo de como se debía vivir. Veía que tus acciones me indicaban el camino que quería seguir a cada paso que daba...

Por favor, dime qué hacer... desde donde estés, como sea...

Te necesito abuelo, déjame ser un egoísta y pedirte que vuelvas disfrazado de pesadilla sin tenerte, y seas en realidad el sueño que necesito tener.

Mi cabeza me dice mil cosas, quiero hacer mil cosas, y mi corazón sólo te extraña ti. No tengo valor ni fuerzas para tomar decisiones, no puedo dejar de pensar que no voy a volverte a ver nadar en esa piscina ni meterte en tu taller.

Si existe ese sitio donde ojalá estés. Espérame allí, y volveremos a ver juntos al Atleti. Te quiero, abuelo.
Publicado por Anónimo el sábado, junio 29, 2013
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Soga, cartón y acequia.

Te recuerdo.
Un aroma mecido por la bruma.
Soplos de un huracán enfermo y colérico.
Tú estabas en el porche y lucías una bandada de cuervos por vestido.
Te arropaban con sus graznidos y te arrancaban la carne del hueso.
Ni siquiera estabas atrapada, no parecía importarte. Eras como un coloso diminuto envuelto en llamas negras.
Aquellas plumas resaltaban tus ojos, hasta te hacían más delgada.
Yo temblaba, claro.
Cada instante eras un monstruo diferente.
Todo se teñía de sangre, menos tu mirada.
Tu rostro no lo tocaban, intacto como el nácar. Pálido y de belleza extrema, casi como imposible.
Te ibas deshaciendo, dejando tan solo una tormenta roja, una nube enredada entre los tentáculos de tus truenos, látigos de luz y tormento.
Entonces, la razón huyó de escena.
Frente a tus restos, había una casa en llamas. Las llamaradas salían escupidas por las ventanas. Aquel palacio enano tenía brazos, y estaba furioso.
Esos malos humos se convertían en columnas negras; sostenían el cielo sobre nuestras cabezas.
Estoy completamente convencido de que, sin ellas, se nos habría venido el mundo encima.
Se oía el cántico del fuego, la chispa de la destrucción.
Bailaríamos sobre la tumba de aquel castillo, tan idéntico al nuestro.
Incluso había un chaval de espaldas al tiempo y un esqueleto de cascada castaña.
Hacía ya un largo rato que los pequeños habían alzado el vuelo. Tan solo quedábamos tú y yo, nena.
Aquella herrumbre sibilante de madera no se volvería a levantar, jamás.
Eran como los despojos de un enorme amor. 
Tan solo había sido una cabaña pero, para mí, olía a hogar.
Entré y saqué una escoba.
Barrí lo que quedaba de ti. Dejé que decidiera el viento si tú serías su reina.
Esa mañana cabalgaste muy bien, muñeca.
Desde luego que sí.
El resplandor rozó lo enfermizo. Por un momento sentí el calor más intenso. 
El calor de tu despedida.
Aquel día, el Sol brilló con una sonrisa diferente.

Fragmento encontrado a los pies de un borracho, colgado de su árbol favorito.
Publicado por Cabeza de Turco el domingo, junio 09, 2013
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Noche, que no es poco.


La noche fría, no querría recordarla de otra forma.
Las fracturas de la urbe inundadas. Las nubes percibían el cariz del momento y se arrastraban arrodilladas. Con las huellas del plomo flotante.
El polvo luchando por el primer puesto, en carreras sobre pieles tersas.

Unos viejos callejones, de más viejos moribundos plagados. Las latillas rodando detrás de sus vidas anteriores.
Los coros de los gigantes de acero. Los chillidos de los enanos de hueso.
Algún destello de odio ajeno.

Recorriendo laberintos de adoquinado. Tropezando con la caricatura de una gran polis. 
La mayoría de ventanas cerradas o contenidas de luces apagadas.
Los relojes mudos, pues nadie precisa ahora de su presencia.

La cloaca regurgita los destellos que le sobran.

Entra en escena el cielo. La polución más brillante que la luna acongojada. 
El tendido eléctrico sobre mi cabeza simulando rejas. La escapatoria del agua eran las alcantarillas.
Bonita escena.

Con los pantalones roídos por las noches más largas. Las zapatillas llenas de la mierda propia y de la ajena escogida.
Los tendones afilados y la mente más opaca. Cojo y me deshago entre palabras.
Ultimas estrofas dibujadas en el suelo con las uñas. Esgrimiendo historias sobre gas propano. Letras parloteando sobre colores imperceptibles.

Que las palabras no mancillen las ideas.
El pedazo de existencia alterada y arrasando muescas olvidadas. 

Que grite la noche mientras se desgarra. Mientras desprenden su manto del plano.

Y con la luz del sol abrasándome los ojos, las pupilas desaparecían como aquellos hilos de pensamientos.
Ahí abajo se estaba cómodo. Maldita sea.

Ahora me evaporo. Formo parte de esos cristales empañados. Os dejo con vuestro día.

Publicado por Alack el miércoles, abril 03, 2013
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Amiga, como tú, ninguna.


Una imagen dictadora y corrosiva.
Una voz ladrona de vida y corazón.
Con un solo sueño me encuentro entre nubes de desolación. 
Porque amor era lo que he perdido al esfumarte de mi ensueño.
Era perfecto, éramos verso, jugando a ver que labios se comen al otro primero.
Coleta sencilla y coqueta, de hilos bañados en oro y secados en tierra.
El Sol reflejado en tu rostro, en tu brillante y cálida hermosura, marcada por lunares y estrellas.
Si por mí hubiera sido, jamás te habrías ido. Realidad moribunda y perdida por tu ausencia.
Y tú no lo sabes, ni siquiera intuyes la brecha tras tu onírica despedida.
Bailando en ese aroma que dejó el quizás, tu nariz tenía ganas de mis mordiscos.
Porque revuelves mis entrañas y las llenas de mariposas de imposibilidad, de mierda repulsiva, de que aunque pudiera, no podría.
Porque es como el agua y el aceite, como un viento que hierve mecido en la orgía de un huracán.
Porque tus besos son diamante y yo vivo debajo de un puente.
Colgado de amores delincuentes, de psicóticas que prefieren la fría bipolaridad, la riña y la tristeza autista, a las brasas de mi cama.
Porque tu risa es la brisa del mar, es la canción del mundo.
Porque, como te vas, vuelves, como un torbellino de ira que no dejará nunca de gritar.
Porque te deseo desde que tu mirada atrapó a la mía, desde que mi alma se ató a tus ojos.
Como un vaquero que vacía su revólver de retórica, me encontrarás batido en duelo, al amanecer de tu sonrisa.
Publicado por Cabeza de Turco el lunes, marzo 18, 2013
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