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New Ham Times

"A falta de una imagen, buenas son las mil palabras."

Inspiración hecha pedazos (VI)

Emborracharme de ti,
de tus ojos carmesí,
pues la furia los ha bañado enteros.
Miradas que ahogan. Tesoros tus besos que, por ellos, terrible corsario de barco y bandera negra, surcaría leguas y lenguas, 
si así pudiera dar con ellos.
Perdido.
Que solo a mí me confíes el mapa de tus piernas y me termine encontrando en tus pechos, 
y así volver a perderme, 
indefinidamente.
Infinitamente.
* * *
Hola, sigo aquí.
Me mantengo firme ante tu violencia.
Tu incompetencia me seduce, me envuelve en fracaso, pero soy más terco que una persona (“gruñido”) muy terca.
Me desbordo.
Terco, como el acero.
Eso.
Soy esa brisa que te revuelve de cuando en cuando el pelo, para que me sigas recordando.
Me quedo atrapado en tus alambres de hielo, amarrado a tu sed.
Ese súbito suspiro que te encoge el alma tras mi regreso, ligera bocanada consumida en la verbena de tus pensamientos.
Me aferro a la idea del siempre en forma de recuerdo, para qué, cuando no esté, siga siendo.
Para joderte, en plan latente y desde el “anonimato”.
Alevosía.
Un “amigo desconocido” que se abriga con tu corazón, a veces, porque aquí fuera hace mucho frío.
La tierra de nadie es páramo gélido, bastante regentado por esqueletos de pena que cacarean al son de tus tierras, de la ocasión más coqueta.
Sobrevuelan con aires de grandeza, vientos de carbón, presa, rugiendo en silencio, quebrando el odio por tanto lamento y tanto desvarío ciego, ebrios de ti.
Hartos de mí.
Aquí todo queda en el olvido.
Hasta olvidarte.


Eres una “vieja conocida”.
Seremos huargos retozando sobre un colchón solitario.
El tiempo te ha bañado con su luz de plata fina, añeja y brillante.
Te has vuelto filo, y hasta podrías morderme.
Deléitate con mi sesera ruinosa, de unos labios apagados por liquidación, atados al candil de tu sonrisa, al carmín de tu deseo, que es mío por completo, 
no te engañes.
Te has convertido en una mujer y realmente quieres comerme.
¿Quieres?
Oh, vaya.
Resistencia, te opondré si tú me dejas, si tratas de despedirte al alba de mi sentimiento, si tratas de revelarte al yugo de mi erección. (No me escondo).
Porque es invierno y allí fuera hace tanto frío...
Espíritu y vigor a cero, lujuria vaciada y sabiduría sorbida.


Ritual que se repite; de besos y de versos te he vestido, colmada con el aliento de mi ser.
Te han encantado las ropas que te prenso a la piel a base de mordiscos.
Te ha gustado la ira que te presto, preciosa princesa de cera y quilates de cobre.
Te has sentido invencible y no puedo permitírtelo.
Reina de la inmundicia más hueca, riges el destino de los dioses y arremetes con tu cetro de madera y enredados broches de mentiras.
Me alejo a zancadas, por miedo.
Solitario y atroz, soliloquio.


Solo te pongo una regla: que te despidas.

Publicado por Cabeza de Turco el viernes, febrero 28, 2014
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Necesito.

¿Qué es esa sensación?


- Tío, no sé qué me pasa, necesito...

- Necesitas dos hostias -Interrumpió mi colega-.


Sí, es esa sensación. 



Me siento delante del ordenador, abro un archivo nuevo del correo. "Genial, más ejercicios de álgebra...", pensé. Abro el cuaderno y empezamos con ello. Pero mi cabeza está en cien sitios distintos, por más que muevo el bolígrafo no dejo de pensar con ojos en los que se avecina lluvia, como si lo viera. "¿Quién es? ¿Por qué no me concentro?". La ira me inunda ante la falta de disposición a completar la tarea. Pero en realidad no es el "quién", sino el "por qué" lo que me colapsa.



¿Por qué no puedo dejar de pensar en que cuando más quiero algo, peor me lo monto para conseguirlo? Ahí entra esa sensación, esa sensación sobre la que me habló aquel vagabundo... "Necesitar es el primer paso para fracasar, evade esa sensación, no necesitas nada, nunca". ¿Me bastará con esa autosuficiencia para no preocuparme por el cómo ni el por qué? No...



Mierda, han pasado cuarenta y cinco minutos y sólo he hecho cuatro ejercicios. Mi cerebro me debe una explicación. Pero a quién quiero engañar, si ni siquiera yo las doy. La tarde se antoja improductiva, al menos en el ámbito académico. "¿Quién es?", esa pregunta está anclada en mi cerebro, no me abandona, no consigo expulsarla ni con agua caliente, como se suele decir. Quiero solucionar esta mierda de sensación de que necesito hacer algo, necesito conocer a esa persona ya. Necesito meterme en sus entrañas, en su sótano y saberlo todo, qué piensa, cómo piensa. Necesito hacer la mía, soy infalible.



- Tío, necesito...

- Necesitas otro par de hostias.


Joder, sí, puto Ulick, tiene razón, como siempre. Creo que empiezo a entenderlo.



Pero es duro levantarse cada día y comprobar, en un mar de dudas, que no conoces a esa persona, por mucho que la ves, la lees, la escuchas, no eres capaz de meterte en su mente, no eres infalible. Y utilizas mil excusas en forma de entes externos para autojustificarte frente a tu incapacidad de saber nada. Joder, así no hay quien estudie. Dejo el bolígrafo un momento, me siento y que suene "Lady Brown".



La puerta de mi habitación está de par en par, pero no es la de mi casa, sino la del pozo. El pozo de mis dudas, el sótano de mis mierdas. Y vuelvo a creer que necesito quitarme esa sensación de encima pero nada, me siento un ser inerte e inútil. "Creo que he comido demasiados macarrones... Voy a tener que ir a hacer una entrega especial". Así que me levanto sin muchas ganas y camino hacia el baño, pero extrañamente, la puerta de mi habitación también está abierta, y yo siempre la cierro, y nadie más está en casa. ¿Por qué no la he cerrado hoy?. No me preocupa, voy al baño y fuera, que no estoy para gilipolleces. Enciendo la luz y un escalofrío me recorre de arriba a abajo, parando en el estómago, mis ojos se abren en una mezcla de miedo y sorpresa, mi boca tiembla. Lo estaba viendo. Era un demonio. No pude ni reconocer lo que estaba viendo en el espejo, ahí tuve la respuesta.



La respuesta no era otra que cambiar la pregunta. ¿Quién es? No...... ¿Quién soy?
Publicado por Anónimo el jueves, febrero 27, 2014
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Etiquetas: Alex#11, Pensamiento, Tu 0 comentarios

Verde Fugaz

Abrió los ojos, no se fue la oscuridad. Su cuerpo y su autoestima se arrastraron para, al menos, despertarse uno de ellos. El agua sale fría, aunque ha abierto la llave caliente, ya le da igual y sumerge su cabeza en el hielo líquido. Sus ojos en el espejo le dicen que hoy sí, su corazón sabe que hoy tampoco.

Mira el reloj, tiene cinco minutos, se hace un cola cao caliente mientras se viste y se va medio despejando. El viaje rutinario es largo. Prepara su iPod y que Metallica dicte el ritmo al andar. Él sólo desea llegar al metro y pensar que hoy la rutina morirá junto a su vergüenza. Tren, demasiadas caras asesinables, demasiada escoria, nada le saca de su pozo del odio a cada ser absorto en el Candy Crush, seres cuyo único pensamiento es que su mañana se debate entre pasarse el nivel ciento noventa y dos, o tirarse a las vías y poner fin a su inmundicia; y él bien les ayudaría a lo segundo.

Llega al metro y no está. Se impacienta, quedan dos minutos. Él está cada vez más nervioso, no aparece. El andén se hace interminable mientras da vueltas, un minuto. Con un gesto entre la desesperación y la desidia le da por mirar a la escalera mecánica como quien mira al horizonte, y sonríe. El verde oliva, el rojo pasión, y la mochila granate. Su mañana ha merecido la pena, pero sabe que aún queda lo mejor, o lo peor.

Se sienta, en frente de ella, su mejor cara le sale por instinto. Por su cabeza pasan cien mil historias que él quiere vivir, mientras tanto busca un contacto visual que parezca más fortuito que furtivo, y lo encuentra, no deja de encontrarlo, vive de ello durante todo el trayecto. El abrigo verde encierra el mundo que él necesita explorar, pero sólo unos labios rojos le muestran una instantánea de lo que su cobardía le está quitando.

El iPod decide echar una mano, suena "Instant Crush". Tiene todo en su cabeza, qué hacer, qué decir, cómo decirlo... Pero a lo único que se atreve es a vivir de miradas, a llegar a clase y pensar en ese verde fugaz de una vida que no vivirá hoy.
Publicado por Anónimo el martes, febrero 18, 2014
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Etiquetas: Alex#11, Relato 0 comentarios

Pánico en el Edén

Pánico En El Edén - Tino Casal


Entré en este sótano de neón, Edén. Un nuevo y psicodélico bar de copas. Más pupilas que sonrisa. Siguiendo mil flashes de cámaras. Botas exóticas y un sombrero con pluma. Gabardina verde y camisa a rayas.

A rayas. Como un tigre bengalí. Se me estaban agrietando los sentidos. Me quemaban los colores en la boca. Sí, los colores. Desde luego estaba todo plagado de ellos. Todo menos su piel oscura. Ahora se agrietaban mis labios. 

El órgano era brutal. Sus órganos seguramente también lo serían, y desgastados.
Las cazadoras sintéticas de tonos altamente satinados destellaban más que los focos.
Cómo movía la cintura la pantera. Coros de anillos y bisutería de cristal.
Mucho polvo en la cara, mucho polvo en la nariz.

Entre todos los estampados de fieras, seguía destacando ese tono tostado. Las hebillas plateadas reflejaban su energía. Me estaba volviendo loco el "chas" de su cadera, y me estaba volviendo loco el efecto tecno-pop.

No podía parar, del baño a su retaguardia. Cada vez más cerca. Solo podía fijar la vista en sus hombros. En sus firmes pechos y en su firme moño de oro negro.

Vaya mirada ácida. Vaya éxtasis. Ojalá me llamase Billy.
Estaba pensando en las líneas de bajo del tema, pero me iba a estallar el cerebro si no pensaba las lineas de sus medias.

Esta era la movida. Había ido con muchos fantoches. Tomaban más que yo, pero no veían nada. Obnubilado. Si me saca los dientes, que no se quede ahí. Que me muerda mientras fumo su saliva.
¿Es a mí? Sabía que el sombrero morado funcionaría. Bailar hasta morir. Solo, si está frente a mí. Labios rubí. Sube rápido.

Se me va a caer la cabeza. Menos mal que me la sujeta, y no sé cómo lo he hecho. Dislocamientos en pareja. No habla a la oreja, ruge. Y se me sube. Sujeto fuerte la cintura, me voy a desmembrar. No sé cómo no ha perdido el contenido esmeralda de su copa. ¿O esa es otra?
Las orejas desnudas, las ojeras perfiladas. Hipnosis por las comisuras de esos labios.

Frío y sudor. Saco la lengua. La roza. Dos temas más y vuelo. Lluvia de estrellas. Este ácido impulsa y no me mira. No tengo ojos, pero está de mi lado. Mujer peor que fatal. Embrujado por la ruina que transmitía ese vientre. Estaba tenso, mientras deslizaba mi mano. Estaba tensa por el tiempo que me estaba tomando.
Había tomado demasiado, en general.

"Voy al baño". Yo también debería, a ahogarme antes de desmayarme. Voy a dejar pasar este tren fruto de los psicotrópicos.
"¿Quieres venir?" He hecho bien, seguramente se llame Eloise.


Publicado por Alack el sábado, febrero 15, 2014
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Bastardos de sí mismos


    - Puto sol de mierda, tío.
    - Te estás quedando gilipollas. Y me estás volviendo                   gilipollas.
    - ¿Qué quieres decir?
    - Que nos estamos quedando gilipollas.
    - Eso ya lo has dicho.
    - Pues se lo repito a tus orejas, porque sé que tu cabecita            va a hacer caso omiso, gilipollas.

Un ligero choque de puños y sin mirarse más toman diferentes caminos.

Uno de ellos continúa de frente. Araña los bolsillos. Arranca un par de monedas y continúa el itinerario. Ya aprovisionado con aquel recipiente de aluminio, escupe un par de flemas y mezcla los restos en su boca con aquel jugo espumoso.

El otro gira a la derecha. Embalado, y en cuarto de segundo está en su cueva. Baja las persianas, se lleva un trozo de queso a la boca, muerde un cuscurro de pan inundando el catre de puntiagudas migas, y desaparece.

Se funde la bombilla, la grande. Salen del letargo y comienzan una serie de procesos fisiológicamente necesarios como comer, cagar, despotricar ...Esas cosas.

    - Buenos días.
    - ¿Listo?
    - Nunca.
    - Bien.

Él sale de su casa. Él ya está en la calle.
Él tiene la misma cara de siempre. Él también.


" Aquel aparcamiento era una conocida zona de ocio juvenil. Esa noche apenas había un par de vehículos, media docena de treinteañeros prematuros y el mismo sonido estruendoso de siempre.

No mucho viento, no mucho en contra.

Él se acercó, sin fijar su atención en nada, fijando la vista en el suelo durante el acercamiento. Pasó por su lado, y les miró con deliberado desprecio. Apretando cada uno de sus delgados dedos. Pero sujetando a la vez la correa mental. Una oleada de nada cruzó la escena, con lo que nada acotenció.

Desde el reflejo de un peugeot oxidado se podía ver el escenario de lo que aún no había ocurrido. La pintura del mismo, comida por el sol, era un buen material predictivo.

    - ¿Qué miras tú?
    - ...... - Se apartó de la cara un pelo más rebelde de lo                 normal.
    - ¿Que qué miras, joder? Sigue a lo tuyo, 'atontao'.


Como aquel filamento capiloso no obedecía, se lo arrancó a la vez que hizo vibrar sus cuerdas vocales:

    - Os estoy mirando a vosotros. Deja de preguntar                        obviedades y párteme la cara.

Y así lo hicieron. Como un resorte soltándose, se lanzaron contra él.
En primer lugar un par de brazos le empujaron, tirándole al suelo. En segundo lugar otros brazos le incorporaron. En tercer lugar vino la descarga de ganchos.
Él se mantenía quieto, soltando algún gemido involuntario, y algún escupitajo granate, involuntario también.

Cada descarga irritaba más la piel, cuarteando los pómulos y haciéndolos erupcionar.
Lo dejaron machacado sobre el capó del coche. De gris metalizado a 'flujo escarlata con sonrisa maníaca'.

El sonido que emitía uno de los coches parecía estar sufriendo distorsiones debido a la violencia de la situación.
Todos los presentes estaban alrededor del lisiado. Algunos temían haber dañado sus capacidades cerebrales tras un golpe mal dirigido. Era la explicación racional de la que se convencían los ejecutores, ya que no encontraban otra para que ese energúmeno estuviese riéndose de su propia desgracia.

Mientras esos ojos ahogados en delirio eran alcanzados por el afluente nacido en su frente, mientras la desesperación empezaba a descomponer los rostros de los atacantes; una figura apareció cargada de ira burlesca, cargada con un bate.
Su trote, como los tambores de guerra, no llamaron la atención. La risa del casi cadáver
la acaparaba toda. El hilo musical ejercía el papel de enmascarador sonoro.

Él incrustó parte del bate en el cogote del individuo más alejado de la 'zona cero'. Eso sí llamó la atención del grupo.
Uno contra cinco era un juego peligroso.
Él se deshizo de otro personaje con un frontal. Sin embargo, no pudo evitar que los nudillos del más corpulento le partiesen el tabique nasal, cegándole.

Mientras cuatro pares de piernas se descargaban sobre el cuerpo acurrucado del poseedor del bate, mientras el receptor del frontal se removía entre arcadas agarrado a la puerta del vehículo más próximo, mientras un defenestrado cuerpo temblaba en el suelo por el impacto de una masa de roble contra su cráneo; el primer herido, el desquiciado, se incorporó. Con torpeza recogió el único arma de la escena.

Golpeó con el extremo a uno de los enzarzados en aquel partido de fútbol improvisado. Cuatro se giraron y tres vieron salir disparados dos dientes de uno de ellos. Desgastados por la rabia, placaron sin ninguna dificultad al poseedor del pelo descontrolado.

Por suerte o desgracia, ninguno de los combatientes reunía ya energía suficiente como para continuar el asalto. Los tres mejor parados recogieron a sus compañeros malheridos y, tras descargar una patada sobre el cuerpo de cada uno de los dos moribundos, abandonaron el escenario en sus vehículos.

Arrastrándose, consiguieron acercarse lo suficiente los dos perturbados. Cuando cada uno pudo observar al otro, intentaron gesticular una sonrisa con deforme resultado."


    - ¿Ya? ¿Qué te ha parecido?
    - Estás fatal, hermano.
    - ¿No querías bates? Pues toma.


Beben

    - Veo que te convenció esta parte - Dice uno señalando un         par de párrafos - Apenas los has modificado.
    - Están perfectos.

Vuelven a beber
Comienzan a reírse.

Están los dos en lo alto de la colina menos llamativa de la zona. Han pasado, largo rato atrás, las cuatro de la madrugada. Sentados en la fría tierra. Cargados con una botella de dudoso contenido y sujetando un par de hojas garabateadas.

Uno se incorpora y comienza a realizar aspavientos con la mirada perdida en el suelo. El otro siente una mezcla entre diversión producida por la danza epiléptica de su compañero y preocupación por la misma. No obstante, se incorpora y se une a aquel ritual sin sentido.

Cuando ya permanecen inmóviles, tras el descontrol, fijan su mirada en la urbe. Ambos pasan en silencio una veintena de minutos lanzando piedras a no más de diez pasos de distancia. Quizás fuese por la falta de fuerza, o quizás no persiguen llegar más lejos. En cualquier caso, en su mente ya solo quedan cenizas de aquella polis.

    - No vamos a acabar bien...
    - No vamos a acabar...
    - No vamos bien...

Una vez más comienzan a carcajear de manera delirante. Señalándose el uno al otro, mofándose del contrario, mofándose aún más de sí mismos.

En el suelo, con los vientres doloridos, completamente sucios, completamente desbordados.

     - Soy un desgraciado temeroso de mí mismo. Soy una marioneta de mi delirio inducido. Un títere de mis propios motivos. Sueño con quemar la mayoría de lo que me rodea, solo para asegurarme no poder escapar vivo.

    - Sueño con mi sangre derramada, con ahogarme con la almohada. Temo haberme desadaptado voluntariamente para asegurarme no optar a cura. Definitivamente soy un hijo bastardo de mi época





Publicado por Alack el lunes, febrero 10, 2014
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Sed Roja

[Prueba de sonido]
Joder, parece ser.
¿Sabes? 
Ya no estoy triste.
Antes tampoco, pero lo aparentaba.
Quiero decir, que lo sentía.
Pero, en realidad, sí.
Yo, ¿y yo?
Melancolía.
Un sucio kamikaze.
El des de un amor.
Qué asco, ¿no?
A veces presumes de etiquetas: las detesto.
Frialdad atemporal. Me quiero hacer el duro y no llego siquiera a ponerme.
¿Qué...?
Soy un trazo de mierda hipotética, un garabato incoloro y flojo, bastante insípido. Un bloque de gelatina que se olvidó de lo que era ser una masa. Una piedra lunar que recordó la gravedad.
Por ejemplo.
Vaya desgracia de ingenio.
Vaya un desgraciado, genio.

Hoy vengo brillando de rabia.
Una nube asesina envuelta al corazón, descuido homicida que busca tu calor.
Una tormenta furiosa que se repite, sin tentáculos.
Aúlla nobleza, mendigando sinos, sudando lamentos que se precipitan, preciosos, sobre el valor de tu mirada.
Siempre girando en torno al tornado de sentimientos encontrados, desperdigados por el suelo de mi habitación.
Salpicando a ras de cieno, a vuestras caras de cartón. Esputos fieros, carcomidos, despeinan, veloces, ideas.
Llamo a filas al Ejército de las Tinieblas.
Yo solo aviso: las Trompetas están cerca.
¡A mí, mis valientes!
"¡Y aquí estoy yo, vivo ridículo, esperando, muerto ridículo, a la muerte!"
A ver.

Me sorprende la frustración tras un verso a oscuras. Me chifla(do), de locura.
¿De qué?
Trato de seguir el rastro.
En realidad, tan solo eras la risa.
Busco al odio y no te encuentro.
Espera, voy a darle voz a mi pensar.
“El mundo está lleno de gente corriendo sin sentido ni destino. De otros que se arrastran, mientras desesperan sobre sus cuatro patas, engarzados a sus matas de pelo. 
A los primeros os digo: que os jodan. 
No me gusta que la gente se cuide.
Quiero autodestrucción tiñendo las calles de miseria líquida.
No quiero esto.

Os quiero bien muertos, hijos de puta.


De los segundos, me mofo,

y del tiempo, también."

* * *

Qué te parece.
Caos organizado que atente contra lo común, que envenene los charcos y se derrame en tu sopa.
Aquí no distinguimos, pocos serán elegidos para la salvación.
Oda al terremoto.
Estoy muy enfermo. Se me caen las paredes por dentro. Creo que no puedo dar más.
Que si toco fondo, busco más allá.
Me abro camino a cabezazos,
que cuando me quede sin cráneo, la emprenderé a mordiscos.

Pretendo conquistar tus castillos.
Quiero saciarme de Sed Roja.


Llevo sables cargados de miedo. Muerden y ladran, calcinan tus oídos y tus árboles de esperanza.
Retorcidos, se vuelven negra ceniza, regodeándose sobre su propia devastación.

Susurran al viento sus restos, porque si una vez funcionó, quizás germinen de nuevo, allá arriba, a la altura de los rayos de un dios cualquiera.

Quizás encuentren la eternidad de tu recuerdo, ahogados de tanto llanto.

Quizás. (Bis)


Déjame odiarte.

No es nada personal,
llamémosle supervivencia.

Ni siquiera existes, espectro.

No tienes ni materia que dar.

¿Qué eres?
¿Perteneces?

Arremetes.

Termina de arrollarme, que me abandono a la soledad de tus suspiros, al pensamiento que dijo "no" y se lo calló, mudo de espanto.

Publicado por Cabeza de Turco el martes, febrero 04, 2014
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