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"A falta de una imagen, buenas son las mil palabras."

Bastardos de sí mismos


    - Puto sol de mierda, tío.
    - Te estás quedando gilipollas. Y me estás volviendo                   gilipollas.
    - ¿Qué quieres decir?
    - Que nos estamos quedando gilipollas.
    - Eso ya lo has dicho.
    - Pues se lo repito a tus orejas, porque sé que tu cabecita            va a hacer caso omiso, gilipollas.

Un ligero choque de puños y sin mirarse más toman diferentes caminos.

Uno de ellos continúa de frente. Araña los bolsillos. Arranca un par de monedas y continúa el itinerario. Ya aprovisionado con aquel recipiente de aluminio, escupe un par de flemas y mezcla los restos en su boca con aquel jugo espumoso.

El otro gira a la derecha. Embalado, y en cuarto de segundo está en su cueva. Baja las persianas, se lleva un trozo de queso a la boca, muerde un cuscurro de pan inundando el catre de puntiagudas migas, y desaparece.

Se funde la bombilla, la grande. Salen del letargo y comienzan una serie de procesos fisiológicamente necesarios como comer, cagar, despotricar ...Esas cosas.

    - Buenos días.
    - ¿Listo?
    - Nunca.
    - Bien.

Él sale de su casa. Él ya está en la calle.
Él tiene la misma cara de siempre. Él también.


" Aquel aparcamiento era una conocida zona de ocio juvenil. Esa noche apenas había un par de vehículos, media docena de treinteañeros prematuros y el mismo sonido estruendoso de siempre.

No mucho viento, no mucho en contra.

Él se acercó, sin fijar su atención en nada, fijando la vista en el suelo durante el acercamiento. Pasó por su lado, y les miró con deliberado desprecio. Apretando cada uno de sus delgados dedos. Pero sujetando a la vez la correa mental. Una oleada de nada cruzó la escena, con lo que nada acotenció.

Desde el reflejo de un peugeot oxidado se podía ver el escenario de lo que aún no había ocurrido. La pintura del mismo, comida por el sol, era un buen material predictivo.

    - ¿Qué miras tú?
    - ...... - Se apartó de la cara un pelo más rebelde de lo                 normal.
    - ¿Que qué miras, joder? Sigue a lo tuyo, 'atontao'.


Como aquel filamento capiloso no obedecía, se lo arrancó a la vez que hizo vibrar sus cuerdas vocales:

    - Os estoy mirando a vosotros. Deja de preguntar                        obviedades y párteme la cara.

Y así lo hicieron. Como un resorte soltándose, se lanzaron contra él.
En primer lugar un par de brazos le empujaron, tirándole al suelo. En segundo lugar otros brazos le incorporaron. En tercer lugar vino la descarga de ganchos.
Él se mantenía quieto, soltando algún gemido involuntario, y algún escupitajo granate, involuntario también.

Cada descarga irritaba más la piel, cuarteando los pómulos y haciéndolos erupcionar.
Lo dejaron machacado sobre el capó del coche. De gris metalizado a 'flujo escarlata con sonrisa maníaca'.

El sonido que emitía uno de los coches parecía estar sufriendo distorsiones debido a la violencia de la situación.
Todos los presentes estaban alrededor del lisiado. Algunos temían haber dañado sus capacidades cerebrales tras un golpe mal dirigido. Era la explicación racional de la que se convencían los ejecutores, ya que no encontraban otra para que ese energúmeno estuviese riéndose de su propia desgracia.

Mientras esos ojos ahogados en delirio eran alcanzados por el afluente nacido en su frente, mientras la desesperación empezaba a descomponer los rostros de los atacantes; una figura apareció cargada de ira burlesca, cargada con un bate.
Su trote, como los tambores de guerra, no llamaron la atención. La risa del casi cadáver
la acaparaba toda. El hilo musical ejercía el papel de enmascarador sonoro.

Él incrustó parte del bate en el cogote del individuo más alejado de la 'zona cero'. Eso sí llamó la atención del grupo.
Uno contra cinco era un juego peligroso.
Él se deshizo de otro personaje con un frontal. Sin embargo, no pudo evitar que los nudillos del más corpulento le partiesen el tabique nasal, cegándole.

Mientras cuatro pares de piernas se descargaban sobre el cuerpo acurrucado del poseedor del bate, mientras el receptor del frontal se removía entre arcadas agarrado a la puerta del vehículo más próximo, mientras un defenestrado cuerpo temblaba en el suelo por el impacto de una masa de roble contra su cráneo; el primer herido, el desquiciado, se incorporó. Con torpeza recogió el único arma de la escena.

Golpeó con el extremo a uno de los enzarzados en aquel partido de fútbol improvisado. Cuatro se giraron y tres vieron salir disparados dos dientes de uno de ellos. Desgastados por la rabia, placaron sin ninguna dificultad al poseedor del pelo descontrolado.

Por suerte o desgracia, ninguno de los combatientes reunía ya energía suficiente como para continuar el asalto. Los tres mejor parados recogieron a sus compañeros malheridos y, tras descargar una patada sobre el cuerpo de cada uno de los dos moribundos, abandonaron el escenario en sus vehículos.

Arrastrándose, consiguieron acercarse lo suficiente los dos perturbados. Cuando cada uno pudo observar al otro, intentaron gesticular una sonrisa con deforme resultado."


    - ¿Ya? ¿Qué te ha parecido?
    - Estás fatal, hermano.
    - ¿No querías bates? Pues toma.


Beben

    - Veo que te convenció esta parte - Dice uno señalando un         par de párrafos - Apenas los has modificado.
    - Están perfectos.

Vuelven a beber
Comienzan a reírse.

Están los dos en lo alto de la colina menos llamativa de la zona. Han pasado, largo rato atrás, las cuatro de la madrugada. Sentados en la fría tierra. Cargados con una botella de dudoso contenido y sujetando un par de hojas garabateadas.

Uno se incorpora y comienza a realizar aspavientos con la mirada perdida en el suelo. El otro siente una mezcla entre diversión producida por la danza epiléptica de su compañero y preocupación por la misma. No obstante, se incorpora y se une a aquel ritual sin sentido.

Cuando ya permanecen inmóviles, tras el descontrol, fijan su mirada en la urbe. Ambos pasan en silencio una veintena de minutos lanzando piedras a no más de diez pasos de distancia. Quizás fuese por la falta de fuerza, o quizás no persiguen llegar más lejos. En cualquier caso, en su mente ya solo quedan cenizas de aquella polis.

    - No vamos a acabar bien...
    - No vamos a acabar...
    - No vamos bien...

Una vez más comienzan a carcajear de manera delirante. Señalándose el uno al otro, mofándose del contrario, mofándose aún más de sí mismos.

En el suelo, con los vientres doloridos, completamente sucios, completamente desbordados.

     - Soy un desgraciado temeroso de mí mismo. Soy una marioneta de mi delirio inducido. Un títere de mis propios motivos. Sueño con quemar la mayoría de lo que me rodea, solo para asegurarme no poder escapar vivo.

    - Sueño con mi sangre derramada, con ahogarme con la almohada. Temo haberme desadaptado voluntariamente para asegurarme no optar a cura. Definitivamente soy un hijo bastardo de mi época





Publicado por Alack el lunes, febrero 10, 2014
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Etiquetas: alack, Relato

1 comentario:

  1. Anónimo10 de enero de 2016, 16:04

    se te han colado espacios en el ultimo tramo. Buen trabajo

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