Las conexiones neuronales establecieron el propósito del día; más bien de la noche. La selección de códigos aleatorios definieron numéricamente la tarea a completar por este ser semi-orgánico. En uno de sus órganos comenzaron a sintetizarse los catalizadores de la reacción sexual que debía producirse en el individuo.
Recorrió el distrito portuario espacial en busca del humano objetivo. Llevaba unos cubrepiernas de fibra plasmática tintados con pigmentos fucsia. El torso lo tenía cubierto por una delgada tela de xenón condensado, capaz de ocultar la luminosidad de su núcleo de fusión. El brazo derecho, en el que se encontraba el producto de la más avanzada tecnología fhagtiana, estaba refugiado bajo un guantelete compuesto por acero flexible.
Desechaba el calzado, los implantes de hierro electromagnético tenían un mínimo índice de desgaste sometidos a la gravedad de ese planeta. A la altura de la rodilla la aleación de cromo estaba fundida con el hueso y rodeada de tejido adiposo. Los cuádriceps implantados debían ser cauterizados rutinariamente para asegurar la efectividad de las extremidades inferiores.
Debido a la unión entre el torso metálico y la pelvis, el aparato reproductor había sido extirpado. En esa cavidad había sido implantada la válvula termodinámica que aseguraba la regulación de la temperatura del exoesqueleto inferior.
El torso, completamente metálico, comprendía todo el mecanismo vital: núcleo de fusión infinita, metabolizador, centro magnético estabilizador, alternador de corriente espontánea y segregador proteico; además de los músculos irradiados y los huesos de titanio. El brazo derecho era la extremidad menos sometida a cirugía, tan solo los huesos y un par de músculos para aportar un alto rendimiento. La cabeza preservaba la dermis natural, pero el cráneo había sido fundido con uranio y el cerebro robotizado reestructurando las conexiones neuronales, conservando el encéfalo.
Llegó a aquel local de alterne, en el oscuro interior bailaban una docena de hembras terrícolas, algunas acompañadas por altos cargos del ministerio de gobernación y otras a punto de comenzar las maniobras corporales que asegurarían su beneficio laboral con esa calaña ork que infestaba estos antros. Una de las prostitutas más jóvenes bailaba sobre la barra, la fluorescente fibra que cubría sus puntos erógenos llamó la atención del receptor de impulsos del ciborg. Era un objetivo idóneo para efectuar la misión.
Comenzó a videar el material genético de la humana. Tras considerar aceptable el contenido genómico, procedió a la acción física. Tras señalarla e indicarla verbalmente sus propósitos de realizar un proceso sexual no reproductor, la hembra lo llevó a una de las habitaciones privadas en el sótano del local. Ella preestableció el coste del servicio, el mecánico ser agarró su mandíbula impidiendo que pudiese producir cualquier sonido, y tras elevarla en al aire, descubrió el artefacto que había sido implantado en su brazo derecho.
Una turbina en cuyo interior había plegado un férreo tentáculo mecánico, el tentáculo poseía múltiples receptores de calor y microscópicas extremidades reptadoras.
El mecanismo comenzó a girar y la protuberancia comenzó a alagarse, pareció detectar el órgano reproductor femenino y de manera ágil y veloz se introdujo en aquella vagina, depuró con sulfuro el interior y esterilizó el útero, lo que produjo una gran hemorragia interna a aquella desafortunada. Las constantes vitales de la mujer titubearon hasta disminuir preocupantemente. El brazo biónico propinó una fuerte descarga que estabilizó las constantes y a medida que el tentáculo disminuía exponencialmente de tamaño, se introdujo en las trompas de Falopio. Rasgó la membrana y un complejo mecanismo afloró del extremo tentacular, recogiendo un óvulo.
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